El mes pasado terminamos las visitas pastorales en la Arquidiócesis de México; fueron 18 meses intensos en los que los obispos pudimos encontrarnos con 4 comunidades parroquiales, más de 200 comunidades de vida consagrada, miles de laicos, tanto adultos como jóvenes. Fue una gozoso momento de Iglesia en el que pudimos experimentar la acción del Espíritu Santo en su Iglesia. Pero, ¿y ahora? ¿Qué sigue?
Sin duda, la evangelización, la catequesis, la oración, la visita a los enfermos, el acompañamiento de los jóvenes y las familias, y el compromiso socio caritativo con los más débiles, tiene que seguir en todas las comunidades; sin embargo, ¿qué hemos aprendido de esta visita pastoral? ¿Cómo queremos renovar nuestro compromiso evangelizador? Para reflexionar en estos puntos nos hemos reunido el Consejo Episcopal durante una semana a inicios de julio. Además, los 39 decanos también se reunieron para reflexionar en este mismo punto, y estos fueron algunos de las intuiciones que Dios nos inspiró.
Desafíos
Siguiendo las tres orientaciones que el Arzobispo nos ha marcado: Comunión, Sinodalidad y Conversión pastoral, analizamos los desafíos que la visita pastoral nos evidenció; dentro de estos encontramos:
Fortalezas
Por otro lado, reconocimos las fortalezas que como Iglesia arquidiocesana tenemos; dentro de estas encontramos:
Compromisos
Finalmente tratamos de discernir qué compromisos serían convenientes para hacer más fecunda nuestra obra evangelizadora en esta etapa de la post visita. Estos compromisos los han de impulsar todas las instancias de la Arquidiócesis, pero sobre todo los miembros del Consejo episcopal, dentro del cual están: los obispos, los vicarios episcopales territoriales, las vicarías de pastoral, laicos en el mundo, clero y vida consagrada, además del departamento de comunicación, cancillería y tesorería de la Arquidiócesis. Estos compromisos fueron:
Como podrán ver, la tarea continúa y los retos son enormes; sin duda tenemos nuestra confianza puesta en el Señor y sabemos que es Él quien guía nuestros pasos y los hace fecundos por la presencia de su Espíritu. Encomendamos también a nuestra Madre Santísima de Guadalupe esta misión para que con su presencia e intercesión podamos dar frutos de vida eterna con nuestras acciones.
Salgamos todos y ofrezcamos a esta ciudad un testimonio vivo y claro de que ¡Cristo Vive, en medio de nosotros!
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