La voz del Obispo

Nuestra Madre María, Nuestra Madre la Iglesia, Nuestra Maternidad

Participa cada lunes a las 21:00 horas (tiempo del centro de México) en La Voz del Obispo en Facebook Live.  Este lunes 10 de mayo podrás conversar con el autor de este texto, el Obispo Auxiliar, Mons. Salvador González 

Como no hablar en este mes y durante estos días del gran regalo que los seres humanos tenemos cuando Dios nos ha procurado una madre, claro en el fondo porque Él , Nuestro Creador, ha querido mostrarnos su amor cercano y concreto por medio de una mujer que abriéndose a la vida, participa de un modo singular en la llegada de cada uno de nosotros a este mundo.

Puedes leer: Así fue como la Virgen María se abrió camino en mi vida

Cuantas cosas no podríamos decir sobre este ser extraordinario que es nuestra mamá, nos faltaría espacio y tinta para hacerlo, sin embargo, yo quisiera con el pretexto de estos días hablar de María, la Iglesia y nuestras almas.

La Encarnación del Hijo de Dios

Seguramente muchos de nosotros sabemos que en la Mariología contemporánea (reflexión teológica sobre la Virgen María), la Virgen María y la Iglesia están estrechamente relacionadas; entendiéndolas como Mujer, Esposa y Madre. Quisiera ahora referirme al texto donde encontramos el núcleo de la mariología del Papa Francisco, creo que es muy rico e interesante:

“La íntima conexión entre María, la Iglesia y cada fiel, en cuanto que de diversas maneras engendran a Cristo, ha sido bellamente expresada por el beato Isaac de Stella: “En las Escrituras divinamente inspiradas, lo que se entiende en general de la Iglesia, virgen y madre, se entiende en particular de la Virgen María […] También se puede decir que cada alma fiel es esposa del Verbo de Dios, Madre de Cristo, hija y hermana, virgen y madre fecunda […] Cristo permaneció nueve meses en el seno de María; permanecerá en el tabernáculo de la fe de la Iglesia hasta la consumación de los siglos y en el conocimiento y en el amor del alma fiel por los siglos de los siglos”( Evangelii gaudium 285).

La visitación de la Virgen María a su prima Isabel

Y es que la Iglesia es mujer, es madre; está viva. La visión mariana de la Iglesia contrasta de la manera más fuerte y decisiva con un concepto de Iglesia meramente organizativa y burocrática. No podemos hacer la Iglesia, sino debemos ser Iglesia. El vínculo de comunión con María nos lleva a ser Iglesia.

Un texto del Documento de Aparecida nos puede ayudar a profundizar nuestras expresiones:

“Como en la familia humana, la Iglesia-familia se genera en torno a una madre, quien confiere “alma” y ternura a la convivencia familiar. María, Madre de la Iglesia, además de modelo y paradigma de humanidad, es artífice de comunión. Uno de los eventos fundamentales de la Iglesia es cuando el “sí” brotó de María. Ella atrae multitudes a la comunión con Jesús y su Iglesia, como experimentamos a menudo en los santuarios marianos. Por eso la Iglesia, como la Virgen María, es madre”(268).

Volvemos al fragmento de Evangelii Gaudium, pues es a su vez una cita del beato Isaac de Stella (Sermón 51:PL 194, 1863.1865), autor medieval que contempla unidas estas tres realidades: María, la Iglesia y el alma humana.

Tanto María como la Iglesia son virgen y madre, conciben del mismo Espíritu y dan a luz al mismo Hijo. María da a luz la cabeza y la Iglesia da a luz a los miembros; María da a luz sin pecado y la Iglesia da a luz en la remisión de los pecados; María concibe del Espíritu Santo para el nacimiento de Cristo en Belén y la Iglesia para el renacimiento de los cristianos en el Bautismo.

El Nacimiento del Hijo de Dios

Ni María ni la Iglesia dan a luz a Cristo totalmente solas, ni son independientes entre sí, sino que están y actúan unidas. Se puede decir que la Iglesia da a luz a los cristianos con la colaboración de María, la Madre de Jesús.

Para esta tradición nos convertimos en madres y vírgenes de Cristo con María porque en ella se da la unidad entre ser Virgen y ser Madre. Por eso no sólo hay que imitarla, sino estar unidos a ella. María es principio de esa unión porque ella y la Iglesia tienen la misión de amar a Cristo como virgen y darlo a luz como madre.

“También cada alma fiel puede ser entendida con razón, en su modo peculiar, como esposa del Verbo de Dios, como madre, hija y hermana de Cristo, como virgen y fecunda” (Ibid).

Lo que afirma el beato Isaac es que nosotros los fieles somos llamados en la Iglesia a ser madres de Cristo, al concebirlo en nuestros corazones, en nuestras almas, y ser, también, vírgenes de Cristo, manifestándole nuestro amor fiel y adhesión total. Para los Padres y Doctores de la Iglesia la virginidad consiste en guardar la integridad de la fe, y la maternidad es la fecundidad en la fe.

La bendición de la maternidad por la que hemos llegado a este mundo se convierte en una nueva bendición para nuestra fe como hijos de María, hijos de la Iglesia, y madres de Cristo nacido en nuestros corazones y entregado a nuestro mundo.

 

 

Mons. Salvador González

Es Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis Primada de México.

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