Vivimos en un mundo que muchas veces no sabe cómo responder ante el sufrimiento. Están por un lado los que evitan todo aquello que les pueda provocar dolor. En el extremo contrario, encontramos a los que al parecer gozan el sufrimiento al grado de buscarlo.
Lo que es un hecho innegable, es que nadie se puede librar del dolor y del sufrimiento, pues aun buscando evitarlo por cualquier medio, ya sea en mayor o menor grado, todos en algún momento sufriremos. En este tema, una vez alguien nos criticaba en el sentido que los católicos parece que buscamos el sufrimiento, como si fuéramos unos masoquistas, y me ponía de muestra el acto penitencial con sus consabidos golpes de pecho. Continuó con los tiempos de cuaresma y sus sacrificios, concluyendo con la forma en que ponemos de ejemplo a los mártires.
No se trata de sufrir por sufrir -le respondo- sino de darle un verdadero sentido al sufrimiento. Y le pongo el caso de los dientes y le invito a recordar a sus hijos pequeños, cuando les comenzaron a salir. Imagínate, -le digo- el dolor que causa el crecimiento de los dientes en la encía, los niños lloran mucho, pero una vez que han crecido, ya no recuerdan el dolor, sino simplemente usan y disfrutan el hecho de tener con que morder y masticar.
Las penas de la vida se parecen al dolor de la dentición, se aceptan como el preámbulo de algo mejor. No se buscan, pero tampoco se evaden, simplemente se enfrentan con una confianza en que nunca seremos probados por encima de nuestras fuerzas.
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