El Espíritu Santo es Dios mismo que se entrega a nosotros para hacernos partícipes de su naturaleza divina. Actúa en nosotros dándonos consolación interior, que podemos experimentar como aumento de fe, esperanza, caridad, paz o alegría que nos atrae hacia Él.
Como templos del E.S. que somos los bautizados, nuestra sola presencia, gestos, palabras y actitudes son manifestación de Él que habita en nosotros y que los demás pueden percibir.
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