Para enfrentar el hambre del día, hay quienes acostumbran llevar de casa una torta o un refrigerio. Llevar lunch, como comúnmente se conoce a esta costumbre, tiene grandes ventajas: suele ser más barato, sano y cómodo que andar buscando qué comer en la calle.
Llevar una torta preparada por mamá o papá, manda también un mensaje de amor, cariño y respaldo. Son muchos los adultos que de su etapa escolar recuerdan con nostalgia esas muestras de afecto familiar.
Tal como con el lunch, las familias cuando se preocupan por formar en valores, van dando herramientas a sus miembros para que una vez fuera del hogar puedan enfrentar las pruebas de la vida. En una especie de “lunch espiritual”, lo que bien se aprende en la casa siempre ayuda para resolver problemas y tomar buenas decisiones.
Busquemos que nuestros hijos y todos aquellos que conviven con nosotros siempre cuenten con esas provisiones para el camino diario, pues en la calle se van a enfrentar a situaciones que los pueden hacer vacilar y dudar.
Este “lunch espiritual” se prepara día a día con los pequeños detalles de la vida cristiana, como es el caso de la oración hecha en familia. También las meditaciones de la Palabra enfocándolas a situaciones cotidianas van dando luces para resolver de buena forma situaciones complicadas.
¿Qué hacer ante las tentaciones del mundo? Los valores de casa serán fundamentales para tomar una decisión de vida o de muerte espiritual.
Qué nadie salga de casa sin su “lunch espiritual”.
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