Cuando se arma un motor a gasolina, se le pone a trabajar a bajas revoluciones para que se vaya asentando y conformando. Debido a que estos motores tienen muchas partes en movimiento, se deben adaptar unas con otras para poder lograr el mejor rendimiento. Si no se hace este proceso y se le pone a funcionar al máximo desde el inicio, puede dañarse. Los mecánicos comúnmente le llaman a este proceso “aflojar el motor”.
Para quien no sepa, puede pensar que es una pérdida de tiempo y energía tener a un motor funcionando por horas, sin un sentido aparente.
Pasa en nuestras vidas que hay ocasiones en las que nos podemos sentir como ese motor que está funcionando sin llevar el auto a ningún lado, incluso sin conductor ni pasajeros a bordo del vehículo, simplemente encendido y ya.
Pero a mi me gusta imaginarme que cuando eso pasa, en realidad Dios me está preparando para cosas mejores, “aflojando mi máquina” para poder ir más lejos.
Sí, tal vez quisiéramos hacer obras muy rimbombantes y aparentemente estamos haciendo cosas intrascendentes y eso nos llega a desmotivar: ¿Qué caso tiene hacer lo que estamos haciendo si nadie parece notarlo?
Pero Dios, que nos ha creado para grandes cosas, sabe mejor que nosotros cómo debe ser el proceso, y a veces asienta nuestro motor, afloja nuestras limitaciones, para podernos llevar mucho más lejos.
Confiemos en que lo que se permite es para nuestro bien, pidamos encontrar la razón para confiar y la fuerza para perseverar. Estamos hechos para mejores cosas.
*Los artículos de la sección de opinión son responsabilidad de sus autores.
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