Ni soy teólogo ni pretendo serlo. Soy periodista. Y no tengo por qué juzgar los hechos que algunas corrientes de la Iglesia, de las que se denominan “conservadoras”, imputan al Papa Francisco.
Simplemente no estoy de acuerdo con ellas. A mí me parece que este Pontífice (de los dos que han atravesado mi vida adulta) es quien está llevando el Concilio Vaticano II a sus últimas consecuencias.
El Sínodo sobre la Sinodalidad que ocurrió hace un par de meses, y la Primera Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe, que terminó la semana pasada, dan idea de algo que señaló el Papa al periodista Austen Iverigh en Soñemos juntos: que la pandemia nos ha enseñado que nadie puede salvarse solo. Que hay que escuchar, acompañar, dialogar con el otro, aunque sea totalmente contrario a mis ideas.
El cardenal Ouellet lo dijo también en la Asamblea Eclesial: la fe cristiana es un don, es una inmensa gracia que se recibe con gratitud, que ningún acto de caridad se pierde, que cada esfuerzo de sinodalidad contribuye a construir caminos nuevos de participación, comunión y misión, configurando así de modo concreto el Cuerpo de Cristo que es la Iglesia.
Si no entendemos eso, no entenderemos que, como dijo el Papa a Iverigh, “nuestro mayor poder no es el respeto que los otros nos tienen, sino el servicio que podemos ofrecer a los demás”.
¿Cuál es el aporte de la Iglesia Católica en un mundo sacudido por guerras y…
¿Qué podemos aprender de este episodio ocurrido en México? El P. Medel reflexiona sobre lo…
En el marco del Último Informe de Gobierno de AMLO y del inicio de la…
El verdadero Edén es el corazón humano en donde Dios mismo quiere pasear sabiendo que…
Descarga gratis el Misal Mensual en PDF de Septiembre 2024, un libro litúrgico que te…
La solidaridad no es un acto aislado, sino una responsabilidad compartida
Esta web usa cookies.