Estamos a un mes de concluir un año que ha sido verdaderamente difícil para los mexicanos, no solo por las muertes y el grave daño que ha provocado la pandemia, sino también por los desastres naturales, el aumento de la inseguridad, la violencia, la falta de empleos, medicamentos, de servicios de salud y muchos otros factores que han afectado a miles de familias, y que han aumentado a 55.7% la cifra de personas en pobreza.
El panorama es humanamente desolador, y se requiere de voluntad política y social para encontrar soluciones urgentes que alivianen, una a una, las problemáticas que han quebrantado la estabilidad y amenazan la paz y el futuro de México y los mexicanos.
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Aunque los problemas reales nos son menores, pareciera ser que un gran número de legisladores y autoridades tienen otra óptica de la realidad que vivimos y otra visión de las prioridades del gobierno.
Así que, antes que legislar y crear políticas públicas para dar solución al desabasto de los medicamentos de los que dependen la vida de tantos niños y enfermos, justifican y “reconocen” el derecho de quienes lo han promovido, al uso recreativo de la mariguana; antes que crear medidas drásticas para frenar la violencia y a la delincuencia organizada que todos los días termina con tantas vidas, legislan para justificar y promover el asesinato de los más débiles: el aborto; antes de garantizar la seguridad social como un derecho para todos los ciudadanos, promueven y facilitan el supuesto derecho de niños y adolescentes a “decidir” y ejercer su sexualidad de manera libre; y antes de combatir los feminicidios y la violencia doméstica, promueven una supuesta igualdad de género.
Pareciera que un grupo de legisladores tienen mucha prisa por terminar de imponer la ideología de género en todo el territorio y plasmarla en nuestra Constitución. Las voces de la sociedad civil organizada han levantado la voz y algunas veces han logrado contener sus maquiavélicas maniobras, sin embargo, el mal y el engaño siguen permeando en la sociedad y en las mentes sobre todo, de niños y jóvenes.
Como cristianos y como ciudadanos, además de unir nuestras voces a las de líderes que defienden los derechos fundamentales con incansable tenacidad y ahínco, debemos asumir la responsabilidad que a cada uno de nosotros nos corresponde para lograr “ahogar el mal en abundancia de bien”.
La verdadera lucha por el bien común no se reduce a los ámbitos legales y políticos; es en el ámbito cultural donde cada uno de nosotros podemos incidir y a través de la educación paciente, constante, prioritaria, oportuna y crítica, que en la búsqueda constante de la verdad, anule la influencia de cualquier ideología en las nuevas generaciones.
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No es un trabajo fácil luego de los estragos que estamos sufriendo y del nulo interés de nuestras autoridades en materia educativa. Pero la acción constante y determinada de padres de familia, maestros, instituciones educativas, órdenes religiosas e Iglesia podemos transformar, como ha sucedido ya en nuestra historia, la realidad que hoy nos agobia.
El documento “Educar para una nueva sociedad” que hace algunos años presentaron nuestros obispos, encierra la sabiduría y la dirección que necesitamos para mirar el futuro con optimismo. Solo se requiere nuestro SI y nuestro compromiso para hacer de México la gran nación que eligió nuestra Madre para quedarse.
*Consuelo Mendoza García es ex presidenta de la Unión Nacional de Padres de Familia y presidenta de Alianza Iberoamericana de la Familia.
*Los artículos de la sección de opinión son responsabilidad de sus autores.
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