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COLUMNA

Ángelus Dominical

Queriendo llegar hasta el corazón mismo de José de Nazaret

Dios siempre nos libra del mal pero no nos evita los retos, que jamás nos abandona aunque debamos cruzar por cañadas obscuras y valles tenebrosos.

4 diciembre, 2022
Queriendo llegar hasta el corazón mismo de José de Nazaret
P. Eduardo Lozano en Ángelus Dominical

QUERIENDO LLEGAR hasta el corazón mismo de José de Nazaret -¡eso sólo Dios!- resulta estremecedor encontrar la incertidumbre y la zozobra en los retos que se le van presentando: el embarazo de María, el parto lejos de su pequeña patria y sin la elemental seguridad, la visita de aquellos personajes importantes venidos de lejos, la huida presurosa ante el riesgo de muerte…

 

QUERIENDO LLEGAR hasta el corazón mismo de Dios -¡imposible por infinito!- me atrevo a preguntarle por qué no le ahorró al humilde carpintero tantas fatigas y preocupaciones, por qué no le allanó el camino –un poco, al menos- dándole algunas pequeñas seguridades prácticas, ya no digamos un corcel último modelo y sugiramos dos burros de medio cachete, como decimos por mis lares…

QUERIENDO LLEGAR hasta el corazón de cuántos prójimos -¡con respeto y caridad!- veo sus angustias y problemas de todo tipo: sé que no podré solucionarles gran cosa y por lo menos procuro conocerlos por su nombre y escucharlos con empatía; viendo lo conveniente encauzo la caridad de mis parroquianos y vuelvo a caer en la cuenta de que Dios siempre nos libra del mal pero no nos evita los retos, que jamás nos abandona aunque debamos cruzar por cañadas obscuras y valles tenebrosos (¡qué bello y profundo el salmo 22!)…

QUERIENDO LLEGAR hasta mi propio corazón -¡luego yo mismo me complico este itinerario!- vuelvo a caer en la cuenta de que sin la mano misericordiosa de Dios no habría yo llegado hasta el lugar y tiempo en que me hallo, ni de la manera y modo en que me encuentro: rodeado por doquier de su gracia y su ternura (¡qué sabroso y dulce es el salmo 102!)…

QUERIENDO LLEGAR hasta tu propio corazón -¡disculpa el atrevimiento, amable lector!- te reto a enfrentar el Adviento de tu propia existencia dejando a un lado las rutinarias pretensiones que de continuo aparecen en nuestro horizonte, cuando ilusamente deseamos que Dios nos facilite la tarea y hasta nos pague por hacer su voluntad (¡!), cuando le pedimos con toda alevosía que nos quite del camino las estrecheces y los riesgos, y hasta anhelamos que todo sea parejito y de bajada leve si se puede…

QUERIENDO LLEGAR hasta dónde Dios me lleve, estoy viviendo este tiempo de Adviento con las personalísimas inquietudes que enfrento, tal y como ciertamente tú también les haces cara: poniendo todo en manos de Dios como si el trabajo y su resultado dependiera únicamente de Él, pero asumiendo mi tarea y empeñando mis habilidades como si todo dependiera únicamente de mí…

POR SUPUESTO QUE estoy repitiendo una frase que se oye aquí y allá, y la hemos de escuchar entendiendo que en tales exageraciones deseamos manifestar la fuerza sanadora de una verdad contundente, la misma que veo reflejada en San José con diáfana caballerosidad: como esposo, como padre, como siervo del Señor…

AYER POR LA TARDE –ya con oscuridad nocturna en el Vaticano- se encendió el Nacimiento y el árbol que adornará la Plaza de San Pedro: las imágenes han sido talladas a mano por artesanos de Sutrio (casi en la frontera con Austria) y provienen de recortes de cedro alpino; el árbol que se colocó es un abeto blanco de la región de Abruzo, en la parte montañosa central de Italia: ambos son elementos que nos disponen a celebrar con gozo la próxima Navidad…

POR ESTOS RUMBOS -mayas y seris, lo mismo zapotecas que rarámuris, sin olvidar a los otomíes y chontales, ni a los tantos y tantos rumbos urbanos o fronterizos- también nos disponemos a poner nacimientos en los hogares, en plazas comerciales o públicas, en ambientes fabriles ú oficinistas; que a nadie le estorbe, que a todos nos anime, que a nadie le ofenda, que a todos agrade, porque de lo que se trata es de celebrar la vida, la familia, a pesar de que andemos del chongo…

SI QUISIERA LLEGAR al corazón de un viejito caricaturesco vestido de rojo y con barbas blancas -¡imposible por ser caricatura!-, sencillamente le diría que no se haga guaje y que si quiere presentarse en serio durante las fiestas navideñas, que deje de alentar falsas ilusiones y se dé cuenta de que debe llegar hasta Jesús en el pesebre, nacido para salvación de todos los hombres…

Los textos de nuestra sección de opinión son responsabilidad del autor y no necesariamente representan el punto de vista de Desde la fe.