Ojos que no ven…
¿Qué nos hace sentir con el corazón?, ¿necesitamos la evidencia de nuestros sentidos para que se remuevan las entrañas de misericordia?
Educador. Casado y padre de tres hijos. Ingeniero químico con estudios de filosofía, antropología, teología e impro teatral. Desarrollador de procesos creativos para empresas, instituciones (eclesiales y gubernamentales), organizaciones de la sociedad civil. Evaluador de proyectos de inversión y consultor en procesos de desarrollo del cliente. Flp 4,13.
Es posible que hayas completado la frase de esta columna con: “…corazón que no siente”. Y la evoco ante la pregunta: ¿qué nos hace sentir con el corazón?, ¿necesitamos necesariamente la evidencia de nuestros sentidos para que se remuevan las entrañas de misericordia?
Lo que vemos y escuchamos sólo nos conmueve cuando es algo familiar a nuestro entorno, cuando se asemeja a nuestra situación, cuando es parte de “los nuestros”.
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Cuando la conciencia está adormecida y la mirada se extravía y ya no es capaz de contemplar la realidad, de cuestionarla, de admirarla, de dejarse interpelar por la situación que pasan los demás, de trascender al interés propio; entonces entramos en modo “idiota”, esto en los términos que usaban los griegos para referirse a “aquél que está sustraído de los asuntos públicos y sólo le importan sus propios intereses”.
¿Acaso soy yo, Maestro?
¡Idiota!, no puedo sustraerme de esa definición porque reconozco mi falta de atención con mi familia, vecinos, amigos, personas que encuentro en el caminar, en las noticias y en situaciones invisibles, pero presentes en la sociedad: la violencia intrafamiliar, contra los niños y niñas, contra las mujeres, los migrantes, la gente en situación de calle, etc. ¡tanto por mirar, tanto por hacer!
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Hoy la realidad nos vuelve a recordar que debemos cuidarnos como sociedad, que la desaparición y muerte de mujeres, hombres, niños y jóvenes no puede ser una anécdota en los diarios. Humanicemos el camino, hagamos de estas tierras un lugar hospitalario, comencemos desde casa a vivir la Buena Nueva para tener actitudes, palabras, obras y, sobre todo, estar conscientes de aquello que podríamos omitir y ser capaces de regresar a estrechar la mano que nos dejaron extendida y ser capaces de sentir porque contemplamos desde la experiencia de Dios en el día a día.
Mi oración y solidaridad por las familias que están en búsqueda.