La emergencia sanitaria establece las condiciones de una nueva manera de entender nuestra trascendencia: en su vinculo con la salud, la economía, la ética del trabajo, la seguridad en nuestra casa y el encuentro de relaciones sanas que nos han permitido, en la enorme mayoría de los casos, salir adelante sin violencias.
Una nueva ciudadanía se relaciona con esta nueva normalidad.
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La pandemia se anunció desde fines del año pasado y estableció su sombrío dominio sin que ello implique dejar de entender que ahora abre enormes probabilidades para el cambio, la innovación, la renovación de nuestra voluntad en los espacios privados y en los públicos, donde habremos de revisar el significado de la interacción entre gobierno, iglesias, empresariado y ciudadanía.
Tuvimos que cambiar nuestra forma de trabajar, de estudiar, la forma en la que convivimos en familia o con amigos. Replanteamos nuestro camino de vida y reajustamos, confirmamos o declinamos lo que teníamos trazado.
Y si se trata de nuestra manera de creer, de tener confianza y fe en la comunidad esta se renovará en el cuerpo de nuestra sociedad y en el templo de nuestra nueva certeza: todo cambia al tiempo que permanece lo esencial y trascendente.
Desde finales de febrero, en el Consejo Ciudadano hemos recibido miles de llamadas de personas que necesitan algún tipo de asesoría respecto a la contingencia por COVID-19. Entre ellas, se encuentran personas angustiadas, preocupadas o con incertidumbre ante lo que está sucediendo. Atendimos y percibimos los pagos de la deplorable , denunciable y contenible violencia familiar y de género que convergen.
Los llamados de apoyo nos revelan una realidad: estamos viviendo diferentes duelos. Perdimos nuestra rutina, actividades de esparcimiento, algunos incluso la pareja o el empleo, pese a las recomendaciones que la Secretaría de Trabajo federal realizó a empresas públicas y privadas. Hay una constante: perder algo nos duele. Y es entonces cuando necesitamos buscar herramientas para salir de ésta.
En primer lugar, se require ser comprensivos con nosotros mismos. La pandemia es una situación que nadie esperaba y que no podemos controlar. No es culpa de nadie. En segundo lugar, debemos escuchar nuestra voz interior. ¿Quiénes podemos y queremos ser? A lo mejor había una actividad que siempre quisimos aprender, pero por nuestro trabajo no teníamos tiempo. Puede ser que había un familiar con quien limar asperezas, y sólo en cuarentena podemos hacerlo.
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En tercer lugar, tenemos que trazar un nuevo proyecto. Escribirlo siempre ayuda para tener las ideas claras y los pasos a seguir.
Y, en cuarto, y quizá más difícil para muchos, pedir ayuda de ser necesario. Es indispensable una red de apoyo compuesta por familiares, amigos o a especialistas que nos sostengan y nos impulsen.
En el Consejo Ciudadano contamos con 101 psicólogas y psicólogos que brindan atención gratuita, los 7 días de la semana a cualquier hora. Apoyamos a las personas para encontrar alternativas o a darse cuenta que la cooperación para salir adelante está más cerca de lo que pensamos.
Tenemos que asumirlo: vienen muchos cambios más. La resiliencia es la clave. Está en nuestras manos creer, aceptar, pensar que por algo todo sucede y hacer todo lo posible para manejarlo de la mejor manera. Necesitamos de quienes están a nuestro alrededor. La pandemia nos ha movido a todos y juntos saldremos adelante.
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