El pasado jueves 12 de noviembre, como lo viene haciendo cada año por estas fechas, la CEM envió un mensaje al pueblo de México, fruto de su análisis de la realidad, desde una perspectiva de fe, de esperanza y de caridad.

Lo primero que me llamó la atención, fue el reconocimiento de nuestros Señores Obispos de que antes de la pandemia México vivía ya en “una crisis profunda”, pero con la pandemia quedó a la vista de todos “la fragilidad de las estructuras del país”.

“Economía en decrecimiento y muchas empresas en quiebra; el sistema de salud con pocos recursos, con graves deficiencias; … una democracia incompleta, con resentimiento social; un sistema educativo débil; (y una) violencia  (que) se ha incrementado”.

Este solo párrafo podría ser suficiente para que cualquier mexicano de buena voluntad, dejando fuera sus filias y sus fobias, se siente en la mesa del diálogo y del encuentro, para construir juntos, alternativas eficaces para una verdadera transformación del país.

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Y es cierto que no está en duda “tantos hermanos que, aun en circunstancias de riesgo y miedo,… en un servicio generoso en distintas actividades, (muestran una clara) conciencia de ser familia”, sin embargo no es suficiente. Necesitamos que esa conciencia transforme las estructuras, las leyes, los presupuestos y los programas tanto públicos como privados.

Para quienes somos creyentes, para quienes luchamos cada día por vivir nuestra fe en las realidades temporales, estos esfuerzos debiéramos considerarlos como parte de la construcción del Reino de Dios pues éste “no es sólo una promesa futura para después de la muerte, sino una realidad… (que) tiene valores concretos que pueden descubrirse en la vida de la comunidad,… en los logros de los grupos humanos por tener sociedades mas justas y fraternas”.

En el nacimiento del movimiento Sí por México, se ha venido construyendo una agenda ciudadana plural que el pasado martes aceptaron ya cuatro partidos políticos nacionales. Una agenda que los católicos deberemos de cuidar para que se convierta en una herramienta eficaz, para que esos esfuerzos “por tener sociedades más justas y fraternas” no se entorpezcan, no se paren, o peor aún, no retrocedan.

Y nuestros Obispos son claros en el proceso de que para construir la “Casita Sagrada” deberemos favorecer “el encuentro, el diálogo, la convivencia y solidaridad” para poder salir mejores de esta crisis.

No será una tarea fácil, pero es un proceso indispensable en el que tenemos que comprometernos todos, en especial, los laicos.

Dejemos nuestra modorra, dejemos nuestra zona de confort, dejemos nuestro “angelismo” y sin descuidar nuestra vida de fe,  nuestra vida espiritual, generemos procesos “superando el egoísmo, las desconfianzas y las descalificaciones, y trabajando por la unidad y concordia” de todos los mexicanos.

Si ya estamos impulsando “tareas específicas en el campo de lo social: para los pobres y con los pobres, con el mundo del trabajo, con los empresarios, para la promoción de un desarrollo sustentable y socialmente responsable” convirtámoslos en leyes, en programas, en presupuestos, en cultura que transforme la realidad desde lo profundo, pero que se refleje en la vida de las instituciones del país.

El mensaje al pueblo de México de la CEM no descuidó en ningún momento las perspectivas de fe, de esperanza y de caridad. Reiteró la centralidad de nuestra fe en la persona de Nuestro Señor Jesucristo y la centralidad de nuestra esperanza en la presencia de nuestra Santísima Madre, Santa María de Guadalupe.

Pero siempre mantuvo en todo su mensaje, la importancia de que esa fe, esa esperanza y esa caridad se aterricen en el aquí y en el ahora, por eso remataron su mensaje para hablar de “las elecciones políticas en nuestro País el próximo año”.

Y a semejanza de aquel ciego, que acercándose a Nuestro Señor Jesucristo y ante la pregunta del “¿Qué quieres que haga por ti?, el ciego le contestó: “Señor, que vea”; de la misma manera, que todos los laicos mexicanos, todos los hombres de buena fe, ante la pregunta de Nuestro Señor ahora, le digamos: “Señor, que oiga el mensaje de nuestros pastores”.

Si “la política es una de las formas más preciosas de la caridad, porque busca el bien común” no podemos quedarnos como laicos de brazos cruzados y si el año pasado nos consagramos a Cristo Rey como “laicos de brazos abiertos”, hagámoslo el próximo 21 de noviembre otra vez, pero ahora como “laicos organizados”, como “laicos en acción”.

“Conozcamos y analicemos las propuestas de los candidatos a los puestos públicos y participemos con responsabilidad”. No pongamos como pretexto ni la iglesia ni nuestro grupo apostólico, para no involucrarnos, para no comprometernos, para no participar. México nos necesita, digámosle Sí a México.

*Leonardo García Camarena es Presidente Nacional de la Unión Nacional de Padres de Familia

Los textos de nuestra sección de opinión son responsabilidad del autor y no necesariamente representan el punto de vista de Desde la fe.

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Leonardo García Camarena

Es presidente de la Unión Nacional de Padres de Familia.

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