Columna invitada

La Virgen de Guadalupe artífice de la reconcialición

Todos conocemos a grandes rasgos las apariciones de la Virgen María al indígena Juan Diego y cómo, al final, nos dejó estampada su imagen en el ayate para hacerse presente y mostrar su cercanía a todos los habitantes de estas tierras a través de los siglos. Sigue allí, desde su casa sagrada, desde su templo santo, contemplando con su mirada profunda especialmente a los más pequeños y mostrando el amor de Dios que se ha manifestado para siempre a través de Cristo, como el más grande mensaje de esperanza para la humanidad entera. La Virgen de Guadalupe es un artífice de la reconcialición.

Dentro de los muchos significados y mensajes que nos deja la presencia de santa María de Guadalupe en el siglo XVI y que se prolonga hasta nuestro siglo XXI, está su fuerte iniciativa de reunirnos como hermanos, ayudándonos a superar las diferencias, para construir junto con nosotros nuestra reconciliación. Pensemos por un momento en el drama que han vivido los pueblos originarios de estas tierras, hace 500 años, al ver trastocado su mundo, su cultura, su religiosidad y sus vidas ante la llegada de los pueblos europeos.

Por otra parte, la mentalidad de conquista que de manera natural se imponía en los extranjeros. En medio de este drama, María de Guadalupe se presenta como Madre de los más sencillos, de quienes han quedado derrotados, de los que no cuentan para los que se sienten poderosos, pero al mismo tiempo, hace de los humildes y pequeños, representados en Juan Diego, sus embajadores ante los conquistadores para pedir que juntos construyan una casa donde unos y otros se reúnan para mostrarles su amor y benevolencia.

Nuestra historia mexicana está llena de muchos desencuentros y guerras fraticidas, pero siempre se renueva la presencia y la llamada de santa María de Guadalupe para reencontrarnos y caminar juntos. No es lo que nos divide lo que nos hace mejores, es en la unidad, en el respeto y en la común identidad cuando podemos crecer. Santa María con su rostro mestizo nos lo recuerda todos los días desde el Tepeyac y se replica esta llamada en todos los rincones de nuestra patria donde se hace presente: somos hermanos, no adversarios ni enemigos, debemos vivir reconciliados entre nosotros y con nuestra historia común, nos lo pide quien se ha mostrado desde el principio con el corazón y la mirada como nuestra madre espiritual.

*Los artículos de opinión son responsabilidad del autor y no necesariamente representan el punto de vista de Desde la fe.

 

Pbro. Mario Ángel Flores

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