Se cuenta que en un lejano bosque, Dios había dejado un arpa mágica que tocaba hermosas melodías al contacto con el viento, y todos los árboles se mecían bailando al compás de la música, el río corría alegremente y los pájaros cantaban al vibrar de las cuerdas del arpa, los animales del bosque saltaban y corrían jugando unos con otros.

Se creía que quien encontrara el arpa sería quien podría dominar a la naturaleza, así que muchos caballeros emprendieron el viaje internándose en el bosque esperando encontrar el arpa mágica para que, al tocarla, pudieran dominar el viento, el agua, el sol y la lluvia. Viajaron por muchos días esperando encontrar el poderoso instrumento, pero, pasó el tiempo y nunca dieron con ella, hasta llegaron a pensar que se trataba solo de un mito, de una leyenda; pero hubo uno de ellos que no se desanimó, que seguía escudriñando el bosque en busca del arpa, observando y conociendo cada criatura que vivía en él, disfrutando de su compañía, hasta hacerse uno con ellos.

Cierto día mientras dormía bajo un árbol, de pronto le despertó un suave arrullo, se levantó y empezó a seguir ese dulce sonido que lo llevó junto al río, frente a la exhuberante cascada que había en el centro del bosque, y pudo escuchar, como en un espléndido concierto, el murmullo de las abejas, el ulular de los buhos, el balido de las ciervos, y un trinar a coro del jilguero, el cenzontle y el ruiseñor, finalmente pudo verla junto a una roca y exclamó: “así que es verdad, es realmente cierto,” el arpa mágica existe, y con ella, todas las criaturas del bosque vibraban de alegría y felicidad al escuchar sus melodías. Se acercó al arpa, la tomó en sus manos, había tanto gozo y alegría en su corazón que empezó a tocarla, constató que todos los árboles, el río, los animales, las montañas y el mismo sol, se alegraban con él, así que pensó: “el arpa pertenece al bosque.”

Es la que da armonia y unidad a sus criaturas, si esta arpa llega a manos de los hombres, podrán corromper su corazón y usarla para su propio beneficio y ambición. Es mejor que permanezca aquí, dando vida a esta floresta, y brindando paz a todos los que en ella habitan. Y dejó el arpa entre pinos y oyameles, en un lugar donde nadie la pudiera encontrar y se marchó lleno de alegría. Mientras tanto, los hombres la siguen buscando, porque quieren llegar a dominar la naturaleza, sin saber, que el verdadero poder está en hacerse uno con ella.

Original de Hna Verónica Medina. Retocado y decorado por Alfonso G. Miranda G.

 

Mons. Alfonso G. Miranda Guardiola

Es Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis de Monterrey.

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