Pedí un consomé de pollo en la fonda, y venía acompañando de una mitad de limón.
La mano invisible del mercado y la mano visible de las condiciones locales que restringieron la oferta han hecho que miremos a esta fruta, que acompaña a casi todos los tacos, caldos y limonadas, de forma reverente, valorando su presencia en nuestra mesa.
No hay suficientes limones en el tianguis, en el super, en el mercado. Los taqueros comienzan a desafiar las leyes de la física cortando las esferas verdes en cuartos, luego en octavos y hasta en dieciseisavos, haciendo que los gajos sean tomados casi con pinzas antes de que salgan disparados en dirección opuesta al taco.
Hay más memes que limones. Se ven más en fotos que en las mesas, se han convertido en objetos culinarios de cocina de autor. Esto los empieza a asemejar a las criptomonedas, ese concepto de riqueza que está alojada en miles de computadoras, que nadie ve, pero todos compran, negocian y venden.
Es así que, ante la situación actual, se podría pensar en los criptolimones, un concepto digital donde la ilusión de tener, aunque no se tenga jugo de limón, haga que truene el chicharrón, que se haga el agua para la comida, la ralladura para el pay, las gotas para la birria, las carnitas y la barbacoa.
Que si criptomonedas o criptolimones, podemos ir preparando una agua de jamaica, tamarindo u horchata para compartirla en el camino con quien tiene sed.
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