Entre las grandes enseñanzas que nos ha traído el covid, sin lugar a dudas una muy importante ha sido tener la oportunidad de revalorar a la familia.

A un año de que iniciara, estamos en posibilidad de reflexionar sobre los cambios que la pandemia ha provocado en nuestras vidas; sin lugar a dudas la familia ha tenido un papel trascendente y decisivo para afrontar un forzoso cambio de vida provocado por el virus que logró paralizar al mundo.

A pesar de la muy avanzada y perversa estrategia de ataque a la familia enarbolada por la ideología de género, la familia volvió a evidenciar su imprescindible naturaleza y función, y ha vuelto a ser para muchos el refugio en el que nos cobijamos ante la amenaza de lo desconocido.

La certeza del amor incondicional que proporciona a cada miembro, el apoyo, los cuidados, la compasión en los momentos difíciles, el acompañamiento en el dolor, han sido la enorme diferencia para quienes tenemos el privilegio de contar con una familia.

De pronto el tiempo se detuvo en nuestras vidas; lo que considerábamos importante perdió su valor y hoy, a un año del inicio de la pandemia, hemos tenido la oportunidad de valorar lo trascendente, lo que no tiene precio, no se mide, no se compra y no se puede reemplazar.

A lo largo de estos meses hemos sido testigos de los más grandes testimonios de amor y sacrificio de familias que han sufrido la enfermedad, las pérdidas, la incertidumbre, y que con heroísmo han enfrentado las crisis que la pandemia ha provocado en lo laboral, lo económico y lo escolar.

Celebrar a la familia más allá de un evento tradicional, es un reconocimiento a su valor y función. Es un homenaje a la vida que protege desde la concepción, a la educación que proporciona a los hijos, a su función como centro de intimidad, pero también a su función social como formadora de ciudadanos.

Nuestra patria pasa por momentos muy difíciles y los enemigos de la familia no han descansado, por el contrario, pareciera que tienen prisa de crear políticas y de aprobar leyes que la debiliten y quiten fuerza.

Sin duda las familias católicas tenemos una gran responsabilidad en el futuro de México cumpliendo nuestro deber inalienable con las nuevas generaciones, formando mediante la educación “buenos cristianos y honestos ciudadanos” decía San Juan Bosco.

Pero también es necesario participar en la defensa de los derechos naturales de la familia, participando en las decisiones políticas que hoy la amenazan, con nuestro voto, con nuestra voz, con nuestra acción.

La iniciativa de la Arquidiócesis de México para celebrar a la familia durante todo el mes de marzo “Orando nos encontramos”, es una oportunidad que agradecemos quienes amamos y creemos en la Familia, y quienes queremos sanar las heridas que la pandemia ha provocado.

Éste festejo será sin duda una gran oportunidad para reflexionar, agradecer, y apreciar a la familia, pero será también la fuerza que nos impulse para salir de nosotros mismos, para salir delante de estos momentos de prueba y comprometernos en la construcción de un mundo mejor.

“Ora como si todo dependiera de Dios, trabaja como si todo dependiera de ti”

 

Consuelo Mendoza García es ex presidenta de la Unión Nacional de Padres de Familia  y presidenta de Alianza Iberoamericana de la Familia.

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Los artículos de la sección de opinión son responsabilidad de sus autores.

Consuelo Mendoza García

Consuelo Mendoza es conferencista y la presidenta de la Alianza Iberoamericana de la Familia. Es la primera mujer que ha presidido la Unión Nacional de Padres de Familia, a nivel estatal en Jalisco (2001 – 2008) y después a nivel nacional (2009 – 2017). Estudió la licenciatura en Derecho en la UNAM, licenciatura en Ciencias de la Educación en el Instituto de Enlaces Educativos, maestría de Ciencias de la Educación en la Universidad de Santiago de Compostela España y maestría en Neurocognición y Aprendizaje en el Instituto de Enlaces Educativos.

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