Entre ciertos activistas climáticos se ha puesto de moda entrar en museos prestigiosos de Europa en los que se dirigen hacia obras de pintores famosos para luego arrojar sobre los cuadros puré de papas o sopa de tomate. De inmediato se ponen a gritar consignas ecologistas contra el cambio climático y la necesidad urgente de tomar acciones para no seguir estropeando el planeta. Es una manera muy absurda de llamar la atención pero, sobre todo, es un reflejo de lo que la Agenda 2030 de las Naciones Unidas (ONU) está haciendo en sus mentes.

Lo que hacen esos vándalos destructores del arte quizá nos parezca cosa de gente chiflada y extremista. Sin embargo vemos que la mentalidad de las nuevas generaciones está cambiando paulatinamente. Muchos padres de familia se asombran de cómo piensan sus hijos. Hay algunos lamentan que sus hijas estén a favor del aborto o que abracen las ideas del feminismo radical. Si vamos a los grupos juveniles de nuestras parroquias nos daremos cuenta de que muchos están a favor del aborto, de las relaciones sexuales de todo tipo o de la marihuana recreativa, mientras no se haga daño a nadie.

Padres de familia y sacerdotes hacemos nuestro mejor esfuerzo por evangelizar y catequizar, pero debemos luchar contra corriente. Los valores en que tratamos de educarlos son opuestos a los que ellos están adquiriendo, principalmente a través de los medios y redes sociales, a través de la educación escolar y el ambiente cultural en que viven. La pregunta es: ¿por qué nuestros hijos están creciendo con esas ideas? ¿hay algún plan para instruirlos y enseñarles un estilo de vida opuesto al que Cristo enseñó y que la cultura cristiana reforzó durante siglos?

La Agenda 2030 de la Organización de las Naciones Unidas es ese plan para formar un ideal de hombre que no es según el de la antropología cristiana. Cuando en 2000 realicé mi tesis en el Instituto Juan Pablo II de Estudios para el Matrimonio y la Familia, elegí el tema “Salud reproductiva o procreación responsable”. Tuve que leer varios documentos de eventos cumbres de la ONU como el del Cairo (1994), el de Pekín (1995) y otros para darme cuenta de que se trazaban objetivos para reducir la población mundial a través de la legalización del aborto para el 2015, en todo el mundo.

Aunque la agenda abortista avanzó, el plan de la ONU no se logró con la velocidad que querían ya que muchos países rechazaron el aborto. Algunos países como Canadá tomaron como guía este plan y lo implementaron, y por eso hoy tiene un gobierno fuertemente progresista. A partir del 2016 volvió la ONU a trazarse el mismo objetivo en un plan que se llama Agenda 2030, la cual para nadie es un secreto. Cualquier persona puede leerla en internet. Sólo hay que teclear en el buscador “agenda 2030”, y ahí aparece en la página de la ONU.

El plan se ha propuesto 17 objetivos para el desarrollo sustentable del mundo. Se conocen como objetivos globales y se dice que son un llamado universal a la acción para acabar con la pobreza, proteger el planeta y garantizar para el 2030 que todas las personas disfruten de paz y prosperidad. Parece todo muy bello y loable, ¿no?

Sin embargo los estudiosos de este plan globalista señalan que se trata de suplantar la soberanía de las naciones interviniendo en sus constituciones para que este plan sea el rector y guía de las decisiones que se tomen en el gobierno de cada país. El plan no es algo democrático. La ciudadanía de los países nunca ha votado por esos objetivos, y ni siquiera lo han hecho los políticos, sino los representantes de los países en la ONU. 

El plan debe ser guía de las políticas públicas, y la ayuda financiera a las naciones o su estabilidad social depende de cómo éstas vayan implementándolo. La desestabilización de Chile, de Irak, últimamente de Irán son un ejemplo de cómo fuerzas extranjeras son capaces de desestabilizar gobiernos. Tampoco el plan está hecho por los representantes en la ONU, sino que sirve a intereses muy particulares de grandes magnates que mueven al mundo como los Rockefeller, la Fundación Ford, Bill Gates, George Soros y otros más.

Uno de los objetivos fundamentales de la Agenda 2030 es imponer el aborto en el mundo para reducir y controlar la población. Todo gira en torno a la imposición del aborto y en la difusión de una mentalidad antinatalista (hoy muchos jóvenes rechazan tener hijos, aún antes del matrimonio). Detrás de la organización de las reuniones de la ONU está Planned Parenthood, quien es la organización abortista más grande del mundo y una de las patrocinadoras del organismo con un interés muy claro de que se le conceda el negocio mundial del asesinato de bebés.

La ideología de género es el nuevo paradigma para entender lo que es el ser humano, según esta agenda. La persona humana deja de ser un ser primordialmente pensante para ser un ser “sintiente”. La Agenda 2030 impulsa la perspectiva de género en la educación, donde cada quien puede ser como se perciba a sí mismo: hombre, mujer o cualquier otra cosa. Impartir educación con perspectiva de género a las nuevas generaciones es el camino para alcanzar los objetivos para el desarrollo sustentable que quiere la ONU.

La Agenda 2030 tiene a la ecología como centro del desarrollo. El hombre es desplazado como la cumbre o el centro de la creación para ser suplantado por el planeta. La ecología es el centro de toda decisión política. Un ecologista radical amigo mío me decía que el ser humano era la pieza que estorbaba en el buen funcionamiento de la naturaleza y por ello sería mejor que desapareciera. Para que el mundo sea sustentable es preciso eliminar a las personas ya que el hombre es el gran problema que perjudica la tierra.

Los niños y jóvenes de nuestras familias cristianas y parroquias están siendo moldeados por la Agenda 2030, cuya propaganda los bombardea por todos los ángulos. ¿Conocemos los padres de familia, los catequistas, los sacerdotes, los obispos y el papa estos planes globalistas? A veces da la impresión que no, y por eso tantas veces nuestro lenguaje dice poco para la vida de los fieles. Otras veces nos escandalizan las enseñanzas de nuestros pastores por su acercamiento más al ideal humano según la ONU que a la vocación a la que nos llama Jesucristo. Aprendamos a ser más críticos y preparémonos para las luchas que se avizoran.

(Fuente: Pablo Muñoz Iturrieta, Doctor en Filosofía política y Legal)
Pbro. Eduardo Hayen Cuarón

Ordenado sacerdote para la Diócesis de Ciudad Juárez, México, el 8 de diciembre de 2000, tiene una licenciatura en Ciencias de la Comunicación (ITESM 1986). Estudió teología en Roma en la Universidad Pontificia Regina Apostolorum y en el Instituto Juan Pablo II para Estudios del Matrimonio y la Familia. Actualmente es párroco de la Catedral de Ciudad Juárez, pertenece a los Caballeros de Colón y dirige el periódico www.presencia.digital

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