Al preguntar a la gente qué haría si ganara la lotería, la gran mayoría dice: ‘ya no trabajar’, tal vez porque realiza una labor que le agobia y encima no recibe recompensa.
Pero éste no es el concepto bíblico del trabajo.
En el libro del Génesis vemos que Dios encomendó al hombre el jardín del Edén para que lo cultivara. Trabajar era algo bueno, un medio para que el hombre desarrollara sus capacidades y colaborara con Dios en ayudar a la tierra a producir sus frutos.
Y después de que el hombre cayó y pecó, Dios otra vez le mandó trabajar, pero no como castigo, sino para darle oportunidad de realizar una labor que le permitiera compensar el mal cometido, y santificarse.
Es la gran novedad que plantea la Biblia. Trabajar es bueno porque puede ser un medio para alcanzar la santidad. ¿Qué hacer para lograr este objetivo? He aquí 4 sugerencias, sea que realices una labor remunerada o un quehacer en el hogar, o tus tareas como alumno, o un servicio para tu familia o comunidad:
1. Antes de iniciar una labor ofrécesela a Dios y hazla sólo por amor a Él y para Él.
2. Dedica parte de tu paga o presta algún servicio para ayudar a la Iglesia, a los necesitados y a tu familia.
3. En tu labor no dañes, no mientas, no robes, no codicies lo que hacen o reciben otros.
4. Al acabar tu labor da gracias a Dios que te dio vida y salud para realizarla.
El 1° de mayo celebramos a san José obrero. Consideremos qué significativo es que el Señor haya elegido como padre adoptivo a un trabajador, y encomendémonos a su intercesión para que toda labor que realicemos sirva para nuestra santificación.
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