El hombre más rico de todo el periodo colonial en México, José de la Borda, quiso agradecer a Dios Sus bondades, y el oro y plata que logró extraer de las minas, y para ello, pidió permiso al Arzobispo de México, Manuel Rubio y Salinas, y al virrey Francisco Güemes Horcasitas, para construir un majestuoso templo en la ciudad de Taxco, Guerrero, aprobación que obtuvo en 1751.
El templo quiso dedicarlo a santa Prisca y a san Sebastián, y se comprometió a subsidiar toda la obra.
La fortuna del minero ascendía a 40 millones de pesos, según algunos cálculos, de los que invirtió 471,000 pesos en materiales y mano de obra, y un poco más de esta suma en adornarla; sin embargo, lo más costoso fueron los vasos sagrados y ornamentos, en los cuales invirtió 600,000 pesos más, de modo que el costo total fue de un millón 661, 572 pesos, que fueron sacados de la mina San Ignacio.
Fue tal la magnificencia de la iglesia de Santa Prisca que el mismo Papa Benedicto XIV le escribió una carta a José de la Borda, el 4 de marzo de 1754, dándole las gracias por su generosidad, y aunque el templo aún no estaba terminado, quedó adscrito a la Basílica Lateranense en Roma.
El 11 de marzo de 1759, Don Manuel de la Borda y Verdugo, hijo del mismo José de la Borda, se convirtió en su primer párroco, y el templo fue bendecido por el Arzobispo de Manila, Manuel Antonio Rojo Vieyra del Puente, ya que a esta ciudad de Guerrero llegaba dos veces al año el Galón de Manila, en su ruta de Acapulco a la Ciudad de México.
El arquitecto fue Diego Durán y el maestro de obras fue Juan Caballero, quienes utilizaron varios estilos para embellecerla, entre ellos, el barroco, el churrigueresco y el rococó de influencia francesa.
En la fachada de cantera rosa están representados los 12 apóstoles, así como santa Prisca y san Sebastián, entre columnas salomónicas y corintias. También está el escudo pontificio, ángeles, un reloj y la Inmaculada Concepción.
Adornan el templo tres medallones esculpidos donde están representadas las tres virtudes teologales: Fe, Esperanza y Caridad, de modo que es probable que Manuel Tolsá, quien años después terminó la Catedral de México, se haya inspirado en ese detalle que repitió en el templo de la Ciudad de México.
En el interior de Santa Prisca hay 12 altares dedicados a distintos santos: san José y la Sagrada Familia, san Isidro Labrador, san Juan Nepomuceno, santa Lucía. Entre los artistas que participaron en la decoración de la iglesia está el prestigiado pintor Miguel Cabrera.
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