¿Alguna vez te has preguntado si las maldiciones pueden pasar de generación en generación? ¿Es posible que los errores de nuestros ancestros nos persigan en la actualidad?
Sobre este tema, el padre Andrés Esteban señala que existen tanto pactos explícitos como pactos implícitos con el demonio. Así que, si bien hay casos de personas que han puesto a su familia en manos del maligno, comúnmente no lo han hecho de manera explícita a través de un pacto formal con Satanás o con los demonios.
“Por lo común, esto sucede de manera implícita, a través de la idolatría, la magia, la superstición, la hechicería, la brujería, el espiritismo, la adivinación y en general todas las prácticas del ocultismo en las que involucran a su familia”.
El sacerdote señala que los maleficios o maldiciones no se transmiten por herencia, pues las culpas no se heredan. Pero sí mediante prácticas aprendidas, de igual modo en que un padre violento enseña a su hijo a violentar, y uno mentiroso enseña a su hijo a mentir. Por lo tanto, no se puede acabar con las maldiciones generacionales porque, tal como asegura el sacerdote, no se transmiten por herencia.
Frecuentemente -señala-, los hijos o nietos, por vivir en un ambiente de proximidad, acaban pidiendo a los poderes ocultos cosas para su beneficio o daños para otros.
“Y es así que, aunque no haya un pacto explícito con el demonio, esa acción de los descendientes constituye un rechazo a Dios, y son ellos mismos quienes, haciendo uso de su libertad, se someten a esas realidades espirituales con las que pactan”.
El sacerdote explica que el único pecado que los seres humanos tenemos por herencia, es el pecado original, una condición del hombre por la cual ha perdido privilegios del estado de inocencia, como la gracia santificante, la integridad y la inmortalidad.
“Fuera del pecado original, no hay una transmisión de la culpa, pues la culpa implica responsabilidad, y Dios, que es justo, no impondría a nadie un castigo por un pecado del cual no es responsable”.
Eso sí -dice-, las prácticas ocultistas dañan la mentalidad de las personas cercanas a quien las practica, así como su manera de pensar, de sentir y de entender al mundo, generando en ellas un pensamiento mágico o supersticioso que las puede sujetar al demonio mediante una relación de dominio.
“Las relaciones familiares son constitutivas para la persona, de manera que los hijos pueden salir con un efecto negativo o positivo: los padres pueden llevar a sus hijos a bautizar, como también los pueden llevar con los brujos”.
Finalmente, explica que el recibir una maldición por herencia no es un pensamiento cristiano, sino una creencia impulsada por algunas corrientes pentecostales que aseguran que las culpas se heredan, o bien ideas que provienen por engaño del demonio para generar angustia e intranquilidad.
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