La traducción de la bendición Urbi et Orbi es “a la ciudad (de Roma) y al mundo”. Se trata de una bendición que se extiende a todo el mundo. Tradicionalmente, el Papa realiza este acto desde el balcón central de la Basílica de San Pedro.
La imparte en dos ocasiones: Navidad y el Domingo de Pascua. Sin embargo, también la puede dar en otras fechas extraordinarias, como el día de su elección como Pontífice, en algunos jubileos considerados como años santos y ante situaciones en que el mundo requiere el cobijo papal, como la pandemia de COVID-19.
Para la bendición, el Santo Padre suele revestirse con ornamentos solemnes como son la mitra, la capa pluvial y la estola. El palco está adornado con cortinas y el escudo pontificio. En su camino al balcón, al Santo Padre lo antecede la cruz procesional y lo acompañan cardenales y ceremonieros.
La característica esencial de esta bendición es que el Papa concede una indulgencia plenaria a quien la recibe, bajo las condiciones marcadas por el Derecho Canónico, es decir, la persona debe:
En casos excepcionales los Papas han impartido esta bendición fuera del palco de las bendiciones, como fue el caso de San Juan Pablo II que en 2005 lo hizo en el altar de la Plaza de San Pedro; o el Papa Francisco, que en marzo de 2020 impartió la bendición Urbi et Orbi con motivo de la pandemia del COVID-19 en el atrio de la Plaza de San Pedro completamente vacía.
La forma en que están ataviados también ha variado en la historia. Benedicto XVI lo hizo en hábito coral y el Papa Francisco lo ha hecho vistiendo la sotana normal de los Pontífices. Los papas Pío XII y Juan XXIII también han hecho algunas modificaciones al ritual.
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