La contrición es el dolor que experimentamos frente a los pecados cometidos; y en este sentido, la Iglesia tradicionalmente ha distinguido dos tipos de contriciones: una imperfecta y otra perfecta.
La contrición imperfecta se funda en el “temor”, pues nace de la conciencia de la fealdad del pecado o del miedo a perder la vida eterna; mientras que la contrición perfecta se funda en el “amor”, pues “brota del amor de Dios, amado sobre todas las cosas”, como lo indica el Catecismo de la Iglesia Católica.
Para un acto de contrición perfecta, además de la oración, es necesario que el cristiano se entregue a Dios en el acto de amor más puro y noble, de manera que ese acto lo lleve verdaderamente a dolerse de sus pecados, explica el padre Víctor Jiménez, párroco de San Pedro de Verona Mártir, ubicado al sur de la Ciudad de México.
“Seguramente -señala el padre Víctor Jiménez-, si al pecador en su lecho de muerte le es imposible acceder a la Confesión sacramental, Dios lo habrá de perdonar si le muestra un corazón arrepentido. Pero, ¿cómo sabemos que Dios nos ha perdonado? Pues cuando nuestra conciencia está tranquila y nuestro corazón ha alcanzado la paz”.
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Si bien existen oraciones para realizar un acto de contrición, el hecho de repetirlas no significa que estemos haciendo un acto de contrición perfecta. De manera que, cuando hagamos nuestra oración, es necesario establecer un diálogo sincero con Dios, en el que le pidamos con el corazón nos haga sentir pena de nuestros pecados, porque con ellos le hemos ofendido a Él, que es Amor infinito.
Al hacer tu acto de contrición, puedes repetir las siguientes oraciones:
Yo confieso ante Dios Todopoderoso,
y ante ustedes hermanos, que he pecado mucho
de pensamiento, palabra, obra y omisión.
Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Por eso ruego a Santa María siempre Virgen,
a los ángeles, a los santos
y a ustedes hermanos que intercedan por mí
ante Dios, Nuestro Señor.
Amén.
Señor mío, Jesucristo, Dios y Hombre verdadero,
me pesa de todo corazón haberte ofendido;
propongo firmemente nunca más pecar,
apartarme de todas las ocasiones de pecado, confesarme y cumplir la penitencia.
Te ofrezco, Señor, mi vida, obras y trabajos en satisfacción de todos mis pecados.
Amén.
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