Cada primer día de mes, miles de fieles católicos acostumbran encender una vela a la Divina Providencia para pedir a Dios que no les falte casa, vestido ni sustento, pero durante el resto del mes se olvidan de ella, ¿esto es correcto?
La palabra “Providencia” viene del latín y significa ver por. Por ejemplo, los papás son providentes con sus hijos, pues siempre están viendo que no les falte salud, educación, comida, y todo lo bueno que necesitan, incluido el amor.
Y así es Dios, es un papá bueno y lleno de amor que da a sus hijos lo que necesitan en el momento preciso, y se los da aunque ellos ni siquiera lo pidan ni sepan lo que les hace falta.
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El P. Salvador Barba, quien fuera responsable de Liturgia en la Arquidiócesis Primada de México, explica que en el caso de la velas de la Divina Providencia, no solamente es pedir a Dios lo que necesitamos, sino también poner en sus manos nuestro trabajo, un trabajo bien hecho en todas nuestras actividades cotidianas, no sólo las remunerables.
Es decir, “lo ideal es hacer presente la Divina Providencia en todo instante y momento a través de esa luz de la vela, que representa a Cristo, que nos ilumina. Debemos caminar siempre hacia su luz”.
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Explica el padre Barba que las velas de la Divina Providencia son similares a las de la Corona de Adviento, es decir, se pueden encender no sólo el primer día de mes, sino a lo largo del mismo, para acompañar nuestra oración.
“Se pueden reencender durante todo el mes hasta consumirse, para que ese signo no sólo quede en algo exterior, como si fuera algo mágico, sino que motive a la oración para poner nuestra voluntad en manos de Dios”.
Y es que -añadió- la voluntad de Dios y su Divina Providencia implican salir y buscar, no quedarse esperando, y también implica no ser egoístas, sino compartir con otros aquello que recibimos de Dios. Si buscamos la Providencia Divina es para que no nos falte nada, pero también para que a nuestro prójimo no le falte lo necesario y lo indispensable”.
Es decir, cualquier momento es ocasión de encender las velas de la Divina Misericordia. “Si hay una necesidad de trabajo, encendámosla, no pensemos que es exclusiva para el primero de mes. Lo importante es contemplar la llama mientras se ora, por uno y por los demás”.
“Mirando la llama, digámosle a Dios que queremos ser hijos de la Luz, siervos de la Luz, con obras de la luz”, concluyó.
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