San Dionisio mártir fue el primer obispo de Paris por lo que es llamado el apóstol de las Galias. Vivió en el siglo III, y al lado de sus compañeros Rústico y Eluterio lograron varias conversiones.
El santo fundó en Francia las primeras iglesias, aún en plena persecución del emperador romano Aureliano.
Dionisio fue sentenciado a muerte por el gobernador romano en Lutecia, hoy Paris, y decapitado, un indicador de que era un noble ciudadano romano como también lo fue san Pablo.
El arte sacro lo representa con su propia cabeza en la mano. Esto se debe a una leyenda: Se afirma que después de que fue decapitado, tomó su cabeza y con ella caminó 6 kilómetros, cruzando Montmartre, el llamado Monte de los mártires, hasta que se la entregó a una piadosa mujer romana llamada Casulla. Después de esto el santo se desplomó.
Los restos de san Dionisio descansan en la Basílica de Saint-Denis o san Dionisio, en el barrio con el mismo nombre, al norte de París, reposa en una urna colocada al centro de la capilla del coro. Esta iglesia es también lugar de sepultura de la monarquía francesa.
La historia de esta iglesia comienza tras el Edicto de Milán del emperador Constantino, que dio libertad religiosa al imperio romano y a sus provincias, por ello el rey merovingio Dagoberto mandó construir este templo que se volvió la tumba de san Dionisio, para lo cual trajeron sus reliquias de Montmartre.
El rey Pipino el Breve amplió la construcción y edificó una Basílica de tres naves. En el siglo X, Hugo Capeto, padre de una dinastía de monarcas que gobernó Francia por 400 años, dispuso que en este lugar se le sepultara a su muerte y, desde entonces comenzó la costumbre enterrar allí a los monarcas franceses.
En el siglo XIII se edificó una abadía junto a la Basílica y el abad Suger renovó el antiguo templo carolingio, con bellos vitrales. Con la renovación, esta Basílica se volvió la primera iglesia gótica de Europa.
En este templo fue sepultado el rey Luis XII, Ana de Bretaña y otros monarcas, pues allí acostumbraban ir a rezar para encomendarse antes de ir a alguna guerra.
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