La importancia de San Ignacio de Antioquía para las Iglesias católica, ortodoxa, siriaca y copta, va más allá de su martirio, pues fue el autor de varias cartas que se escribieron casi al mismo tiempo que los evangelios, pero en ellas da consejos y hace reflexiones de gran valor sobre las enseñanzas de Cristo, pues él conoció a los Apóstoles y no se descarta la posibilidad de que también haya conocido a Jesús.
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Ignacio de Antioquía nació en Siria en el año 35 y murió en Roma entre los años 108 y 110; fue sentenciado a muerte por ser cristiano y por ser obispo de Antioquía, durante la persecución que emprendió el emperador Trajano.
Las siete cartas que se conocen de él las escribió cuando iba encadenado en el trayecto a Roma donde sería condenado a morir devorado por fieras, pero estos documentos fueron comentados por Eusebio de Cesárea, Policarpo de Esmira, Juan Crisóstomo, Orígenes, Ireneo de Lyon y Teodoro de Cira, de modo que desde la antigüedad es reconocido como mártir y como un gran teólogo.
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