El Papa Francisco realizó durante este fin de semana una visita a Madagascar. El Pontífice inició sus actividades del domingo con una Misa multitudinaria en el campo diocesano de Soamandrakizay de Antananarivo, capital de Madagascar.
De acuerdo con Rome Reports los organizadores calculan que un millón de personas asistieron, muchos de ellos pasaron la noche ahí.
Durante su homilía, Francisco pidió a los presentes no ser indiferentes a las desgracias ajenas. Es urgente, dijo, acoger la invitación de Jesús a que “triunfe el espíritu de hermandad”, para que “cada uno pueda sentirse amado, porque es comprendido, aceptado y valorado en su dignidad”.
“Juntos podemos darle batalla a todas esas idolatrías que llevan a poner el centro de nuestra atención en las seguridades engañosas del poder, de la carrera y del dinero y en la búsqueda patológica de glorias humanas”.
Tras presidir la celebración, el Papa rezó la oración mariana del Ángelus. “Que María Inmaculada, a quien ustedes aman y veneran como su Madre y Patrona, acompañe el camino de Madagascar en la paz y en la esperanza”, dijo
Posteriormente, el Santo Padre visitó la Ciudad de la Amistad, en la comunidad Akamasoa, una obra fundada en 1989 por el padre Pedro Opeka, sacerdote argentino, miembro de la Congregación de la Misión (padres vicentinos-lazaristas), quien trabaja en Madagascar desde hace más de 30 años.
El misionero organizó a la comunidad, principalmente a los padres y madres de familia, para construir sobre el basurero un vecindario donde pudieran desarrollarse sus familias.
Ahora cuenta con casas, hospitales, calles asfaltadas y 300 escuelas en las que se educa a 15,000 niños, pabellones deportivos, electricidad y agua potable, de acuerdo con información de la agencia EFE.
Francisco fue recibido por el padre Opeka, quien lo acompañó hasta el gimnasio Manantenasoa donde se reunieron unos 8,000 jóvenes.
“Al ver sus rostros radiantes, doy gracias al Señor que ha escuchado el clamor de los pobres y que ha manifestado su amor con signos concretos como la creación de esta obra, construida con sus propias manos”- dijo.
“Cada rincón de estos barrios, cada escuela o dispensario son un canto de esperanza que desmiente y silencia toda fatalidad. Digámoslo con fuerza, la pobreza no es una fatalidad”, añadió, de acuerdo con Vatican News.
Acto seguido, el Pontífice visitó la cantera de granito de Mahatazana de Antananarivo, donde se reunió con trabajadores.
En oración ante ellos, el Santo Padre pidió a Dios Padre por estos trabajadores, para que les conceda la fortaleza del alma y la salud del cuerpo a fin de que no sean esclavos del peso de su oficio.
“ Cuida sus cuerpos del desgaste excesivo, que no les falte la ternura y la capacidad para acariciar a sus hijos y jugar con ellos ”
Además pidió que Dios toque “el corazón de los empresarios y los dirigentes” para que “hagan todo lo posible por asegurar a los trabajadores un salario digno y unas condiciones que respeten la dignidad de la persona humana”.
Y “que el desempleo desaparezca de nuestra sociedad”, porque cada uno –aseguró- debería conocer la alegría y la dignidad de ganarse el propio pan para llevarlo a su casa y mantener a su familia.
La última actividad pública de este domingo fue su encuentro con los sacerdotes, consagrados y seminaristas en el Colegio San Miguel de Antananarivo.
Ahí se dirigió a los lazaristas, a los jesuitas, a las hermanas de San José de Cluny, a los hermanos de las escuelas cristianas, a los misioneros de La Salette y a todos los demás pioneros, obispos, sacerdotes y consagrados, a los que pidió ser una Iglesia en salida.
Y derrotar “al mal espíritu en su propio terreno; allí donde nos invite a aferrarnos a seguridades económicas, espacios de poder y de gloria humana”, respondiendo “con la disponibilidad y la pobreza evangélica que nos lleva a dar la vida por la misión”.
El sábado, se reunió con autoridades y sociedad civil en el Ceremony Building de Antananarivo, junto al Palacio Presidencial. En el encuentro con el presidente Andry Rajoelina le pidió construir la paz, luchar contra todas las formas de corrupción endémica y trabajar por el desarrollo integral del país, sin olvidar a los pobres y protegiendo las riquezas del planeta Tierra, “nuestra casa común”.
En el jardín del Ceremony Building, el Papa Francisco y el Presidente Rajoelina plantaron un árbol en memoria de la visita, fue un baobab, un árbol que crece en condiciones climáticas extremas.
“He venido como un sembrador de paz y esperanza: ¡que las semillas sembradas en esta tierra den frutos abundantes para el pueblo malgache! Que el Señor los bendiga a todos, escribió el Pontífice en el Libro de Honor del Palacio Presidencial.
Posteriormente, tuvo una vigilia con jóvenes en el campo diocesano Soamandrakizay.
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