El Papa Francisco visitó la ciudad italiana de L’Aquila para abrir la puerta santa del Jubileo del Perdón Celestiniano inspirado por el Papa Celestino V, conocido como el primer Papa que renunció al cargo, esto ocurrió en 1294.
Por ello, muchos recuerdan a Celestino V como el Papa de “la gran negativa”, pero no fue así, dijo el Papa Francisco, “Celestino V no era el hombre del “no”, era el hombre del “sí”.
El Papa Francisco celebró la Santa Misa este domingo en el atrio de la Basílica de Collemaggio, en el L’Aquila, donde se encuentra la tumba del Papa Celestino V.
En su homilía destacó la humildad de aquel Pontífice, que es algo de lo que todos podemos aprender, explicó.
“Este hombre parece haber cumplido completamente lo que escuchamos en la Primera Lectura: “Cuanto más grande eres, más debes humillarte; así hallarás gracia ante los ojos del Señor”.
“En el espíritu del mundo dominado por la soberbia, la Palabra de Dios de hoy nos invita a ser humildes y mansos. La humildad no consiste en menospreciarnos a nosotros mismos, sino en ese sano realismo que nos hace reconocer tanto nuestras potencialidades como nuestras miserias”, dijo el Santo Padre.
“A partir de nuestra miseria, la humildad nos hace apartar la mirada de nosotros mismos para volverla hacia Dios, Aquel que todo lo puede y que nos consigue incluso lo que nosotros no lograríamos conseguir por nosotros mismos”.
En este sentido, Celestino V, quien fue elegido Papa a la edad de 79 años y renunció al cargo cinco meses después, fue un valiente testigo del Evangelio, aseguró el Papa Francisco, porque el poder no lo encerró en sí mismo ni le hizo tomar decisiones que iban en contra de su humildad.
“En él admiramos una Iglesia libre de la lógica mundana y que da pleno testimonio de ese nombre de Dios que es la Misericordia. Este es el corazón mismo del Evangelio, porque la misericordia es saber amarnos en nuestra miseria. Ser creyente no significa acercarse a un Dios oscuro y aterrador”, dijo el Papa Francisco.
El Papa Francisco abrió la puerta santa que inicia el jubileo del Perdón Celestiniano, como se conoce a la indulgencia plenaria que inició el Papa Celestino V, decretado en la bula Inter sanctorium solemnia, más conocida como “la Bula del Perdón”, en 1294. El Papa Francisco es el primer Pontífice que preside este rito después de 728 años.
Desde 1294, entre el 28 y el 29 de agosto de cada año, se otorga el perdón a quienes acudan a la Basílica de Collemaggio que fue construida por Celestino V, quien en su bula no hizo distinción de la clase de cristianos que podían ser perdonados, las únicas condiciones eran entrar en la Basílica los días mencionados, estar arrepentidos y confesados.
“Durante siglos, L’Aquila ha mantenido vivo el regalo que le dejó el mismísimo Papa Celestino V. Ese don es el privilegio de recordar a todos que con misericordia, y sólo con misericordia, se puede vivir con alegría la vida de todo hombre y de toda mujer”, dijo el Papa Francisco en su homilía.
“La misericordia es la experiencia de sentirse acogidos, puestos de nuevo en pie, fortalecidos, curados, animados. Ser perdonado es experimentar aquí y ahora lo que más se acerca a la resurrección”.
En este sentido, el Papa pidió a L’Aquila que su iglesia sea el lugar en el que las personas puedan reconciliarse y experimentar el perdón de Dios todos los días, que sea la capital del perdón.
“Nuestro Dios es el Dios de las segundas oportunidades – ‘¿Cuántas veces, Señor? ¿Una? ¿Siete?’ – ‘Setenta veces siete’. Es Dios quien siempre te da otra oportunidad”.
Como parte de su homilía, el Papa Francisco también recordó que sufrimiento de L’Aquila a causa del terremoto de abril de 2009 donde 300 personas murieron.
“Están tratando de levantarse y volver a ponerse de pie. Pero aquellos que han sufrido deben ser capaces de atesorar su propio sufrimiento, deben entender que en la oscuridad que experimentaron también les dio el don de comprender el dolor de los demás”, les dijo.
Como parte de su visita a la ciudad, el Papa acudió la Capilla de la Memoria en la ciudad italiana de L’Aquila, a la que ingresó con un casco puesto.
La capilla se construyó para recordar a las personas que murieron.
Con información de Vatican Media.
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