Una vez al año, la Iglesia invita a todos los fieles a aportar un generoso donativo para impulsar sus obras caritativas y de Evangelización. Aquí te explicamos su origen y su objetivo.
El diezmo es una cooperación generosa anual que cada fiel entrega con amor, fruto del compromiso personal con la Iglesia y en agradecimiento a Dios por los bienes espirituales y materiales recibidos, para apoyar a la Iglesia Católica en la Obras de Evangelización que realiza.
De acuerdo con el Código de Derecho Canónico, “los fieles tienen el deber de ayudar a la Iglesia en sus necesidades, de modo que se disponga de lo necesario para el culto divino, las obras de apostolado y de caridad, y el conveniente sustento de los ministros”.
Se recomienda que esta cooperación sea equivalente a un día de salario o un día de ingresos.
Se remonta al Antiguo Testamento. Desde el Génesis (14,20), se menciona el Diezmo que Abraham da a Melquisedec en gesto de gratitud; posteriormente, se instituye como parte de la Ley Mosaica, a favor de los sacerdotes levitas, que consistía en el 10 por ciento de la producción del cultivo y ganado de las demás tribus.
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A través de tu generosidad, ayudas a cubrir las necesidades más apremiantes de tu Iglesia particular, como proyectos misioneros, programas de asistencia social para nuestros hermanos en desamparo, formación de sacerdotes y ayuda a presbíteros enfermos o ancianos.
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Porque la Iglesia somos todos y sólo con la participación de todos se pueden llevar a cabo las obras de Dios. Nuestra ayuda es signo de la corresponsabilidad que adquirimos desde el Bautismo.
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