Ya lo decía san Pablo: ‘Si Jesucristo no hubiera resucitado, vana sería nuestra fe’”, dice el padre Oscar Arias, párroco de Santa María de la Visitación, en Xochimilco, para explicar por qué la Vigilia Pascual –celebración del Sábado Santo en la que se conmemora la resurrección de Jesús– es la madre de todas las Misas.
Esta celebración se realiza en todos los templos el Sábado Santo, una vez que ha oscurecido, y consta de cuatro partes muy significativas: “en primer lugar, el Lucernario, que es encender a las afueras del templo el cirio pascual, para entrar en procesión por el recinto a oscuras, mientras se entona el Pregón Pascual”.
Luego viene la Liturgia de la Palabra, con nueve lecturas: siete del Antiguo Testamento, una del Nuevo, y la novena es el Evangelio, que, en conjunto, hacen un recorrido por la Historia de la Salvación. “El siguiente momento, la Liturgia Bautismal, es muy significativo, porque son bautizadas algunas personas adultas, y las ya bautizadas renuevan sus promesas bautismales”.
Posteriormente, la Liturgia Eucarística, que es la Misa celebrada una vez que Cristo resucita. “En algunos pueblos originarios de la Ciudad de México este momento se celebra de manera muy bonita, echan al vuelo todas las campanas de un templo, con lo cual avisan a los templos vecinos que se ha abierto la gloria, y así se van avisando entre templos que Cristo resucitó”.
Además, en templos de Iztapalapa, Xochimilco y Tláhuac, celebran la gloria con fuegos artificiales y representaciones escénicas del momento en que Cristo abandona su tumba.
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