Ante las afectaciones de la pandemia, la sociedad necesita sacerdotes portadores de esperanza, que vayan a la búsqueda de las ovejas, aseguró el padre Mario Ángel Flores Ramos, rector de la Universidad Pontificia de México (UPM)
El rector ofreció una reflexión a los sacerdotes de la Arquidiócesis Primada de México, en el marco del tradicional Retiro de Cuaresma del presbiterio, que se realizó este lunes vía digital.
Ahí aseguró que el mundo ha entrado en una Cuaresma interminable desde principios de 2020.
“No se trata de una Cuaresma litúrgica sino de una Cuaresma existencial, no se trata de un período marcado por nuestros calendarios religiosos”.
Y existe el peligro de considerarlo un periodo largo y tedioso, sin frutos espirituales y de esperar impacientemente a que termine.
Pero debe verse como un momento de oportunidades. Citando el mensaje del Papa Francisco durante la bendición Urbi et Orbi de marzo de 2020, recordó que es un tiempo propicio para la conversión y la penitencia.
Es necesario reconocer y aceptar la realidad de la pandemia y sus exigencias, dijo, y de preguntarnos ‘qué es lo que Dios espera de nosotros’.
Aunque aún falta tiempo para que termine pandemia, ya se avizora su final y los sacerdotes deben estar preparados para salir al encuentro de los fieles.
“Al final de esta pandemia encontraremos dos rostros de la misma sociedad, un pequeño núcleo ansioso de reencontrarse con la vida comunitaria y sacramental, pero por otra parte amplios sectores ajenos e indiferentes a nuestra vida religiosa, en general, y católica en especial”.
“Lo importante es lo que nosotros debemos representar, seamos portadores de esperanza, renovemos nuestros estilos pastorales, superemos la tendencia de esperar a que llegue la oveja perdida, cuando lo que nos apremia es salir a buscarla”.
La Lectio Divina del retiro de Cuaresma estuvo a cargo del Arzobispo Primado de México, Carlos Aguiar Retes, quien invitó a los sacerdotes a aprovechar esta Cuaresma para hacer un alto en el camino y preguntarse cuál es el camino que está siguiendo cada uno de ellos.
“La alegría, el ser hombres de alegría, es una evidencia de que caminamos en la espiritualidad cristiana. El hombre triste, el hombre apagado, el hombre consumido por las preocupaciones le falta espiritualidad, indudablemente.
“El hombre alegre, dispuesto siempre a servir en lo que él pueda, es una evidencia, ojalá que el Señor nos de esa experiencia, que tengamos esa experiencia en nuestro ministerio sacerdotal. Y para eso es esta Cuaresma, para preguntarme por qué camino voy”, aseguró.
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