La semana en que la Pasión transformó a Iztapalapa en Jerusalén
En Semana Santa, los ocho barrios se unen por el amor a Dios y a sus tradiciones.
Durante estos días, las calles de Iztapalapa se llenan de hebreos y romanos, con túnicas y relucientes armaduras; pero en esta particular Jerusalén, todo es distinto.
Hombres y mujeres de otros tiempos conviven con puestos de tamales y vendedores ambulantes, y caminan sobre calles asfaltadas y llenas de baches.
El jueves por la noche, Jesús –interpretado por José Antonio Reyes, un estudiante de 23 años- fue apresado en el Huerto de los Olivos y esta tarde murió crucificado. En Iztapalapa no hay honor más grande que interpretar a Cristo.
El Viernes Santo, el más importante
Los habitantes de esta alcaldía viven la 176 Representación de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo con una gran devoción. Para ellos, el día más importante del año es el Viernes Santo.
Desde las seis de la mañana, cientos de nazarenos –niños y adultos con túnicas moradas- cargan cruces de hasta 100 kilos, con rumbo al Cerro de la Estrella, que este Viernes Santo se convirtió en el Gólgota. Lo hacen para pedir un favor o como manda de agradecimiento por un milagro recibido.
“Me siento en paz, estar aquí arriba es una experiencia que no se puede explicar”, asegura Giovanni Balderas, de 18 años, quien se inició como nazareno en 2015, cuando su esposa estaba embarazada y existía riesgo de perder a su bebé.
Pasa del mediodía y cientos de personas siguen con atención la escena del juicio a Jesucristo, que se desarrolla en el Jardín Cuitláhuac.
“¿Eres tú el Rey de los Judíos?”, pregunta Pilatos a Jesús. Pese a los ruegos de su esposa, el gobernante romano de Jerusalén se lavó las manos y entregó a Cristo a sus verdugos, quienes le obligaron a caminar casi dos kilómetros rumbo al Gólgota, cargando una cruz de 95 kilos. Antes, lo azotaron y le colocaron una corona de espinas.
FOTOS: Viacrucis del Zócalo, una emotiva representación ante Catedral
La preparación del actor
José Antonio se preparó arduamente para el esfuerzo físico que implica el trayecto, que incluye varias escenas más. Durante tres meses entrenó hasta cuatro horas diarias, siguiendo la rutina de un atleta de alto rendimiento.
Pocos lo saben, pero el Cristo de 2019 está siguiendo los pasos de su bisabuelo, don Florencio Cano, quien hace 89 años, en 1930, también representó a Jesús. Porque en Iztapalapa, la Semana Santa es una tradición familiar que se transmite por generaciones.
Hay un dicho muy repetido por estos días en Iztapalapa: “No hay Cristo que muera a las tres”. Este año no fue la excepción. Después de caer tres veces y de consolar a su madre, Jesús expiró a las 16:24 horas, en el Cerro de la Estrella, ante la mirada atenta de una multitud que siguió la escena con profundo respeto.
Todos los años, los diálogos y las locaciones se repiten; no obstante, la fe, la devoción y el amor a Dios que los pobladores muestran en cada representación, hace que cada edición sea una experiencia única.
El presidente del Comité Organizador, Juan de la Cruz Galicia, lo resume en una sola frase: “Para nosotros es lo máximo”.
Lee: ¿Por qué miles suben el Cerro de la Estrella con una cruz a cuestas?