Las tareas catequéticas que hoy se plantean están pensadas para ir madurando la fe inicial que se suscitó en la conversión primera de las personas. Es decir, que el acompañamiento catequístico permanente educa y madura la fe de los discípulos de Jesucristo, reforzando en ellos el deseo de seguir a Nuestro Señor más de cerca, caminar con Él y transformar sus vidas a partir de las enseñanzas del Maestro, mediante un proceso dinámico, gradual, permanente y diversificado.
Hoy en día se proponen procesos catequísticos diversificados que acompañen a las personas en función de sus diferentes necesidades, situaciones, edades y estados de vida, mediante una gradualidad pedagógica en la fe que vaya dando sentido a la vida y suscite cada vez más la adhesión a Cristo, tomando en consideración que cada etapa de la vida está expuesta a desafíos específicos, en los que se deberán afrontar dinámicas siempre nuevas de la vocación cristiana.
La guía de todo proceso catequístico es el anuncio del Evangelio y su reflexión, que, mediante la experiencia humana, permitirá que los catequizandos, cualquiera que sea su edad o condición, experimenten aquel anuncio como un camino para llenar la vida de sentido, a través de la vivencia de la fe, de los valores y de las virtudes cristianas.
Si bien la catequesis tiene una dimensión kerigmática que ayuda a consolidar la adhesión inicial a Cristo, la dimensión mistagógica de la catequesis impulsa al discípulo a profundizar y, sobre todo, a experimentar en la propia persona, el misterio celebrado y vivido en los sacramentos, especialmente en la Santa Eucaristía, y lo proyecta hacia la vivencia permanente y más plena del Misterio Pascual de Nuestro Señor muerto y resucitado, en medio de la comunidad de discípulos donde brotarán por intervención del Espíritu Santo las iniciativas misioneras y apostolados de los discípulos.
Como cada bautizado está llamado a la madurez de la fe, es completamente necesario ofrecer procesos de catequesis permanente, dirigidos a niños, adolescentes, jóvenes, adultos y adultos mayores, pero también a familias, a personas con discapacidad y a personas en situaciones de vulnerabilidad, en sus propios contextos culturales.
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