Óscar Romero: Dos martirios y una esperanza

Dr. Jorge E. Traslosheros

La canonización del beato Óscar Arnulfo Romero, arzobispo de San Salvador, es una luz de esperanza y un recordatorio en la vida de la Iglesia.

En los años setentas la polarización en Centroamérica fue causa de prolongadas guerras civiles acicateadas por la Guerra Fría. Ser católico en El Salvador era motivo de sospecha. Bastaba con practicar las obras de caridad, ocuparse de los pobres y procurar la paz. Ante la situación de injusticia grave hubo quienes se metieron a militar en movimientos populares, ganándose el infundio de “guerrilleros”.

En ese ambiente de creciente irracionalidad hizo presencia el arzobispo Óscar Arnulfo Romero. Fue un profeta. Denunció la situación de violencia e injusticia que sufrían los salvadoreños y también la polarización provocada por rebeldes y oligarcas; pero sobre todo los segundos, quienes tenían el poder del Estado. Romero llamó a la razón orientado por la fe, con un discurso articulado por el Evangelio y la Doctrina Social de la Iglesia. No fue escuchado. El odio de la oligarquía pudo más y, por ser sacerdote católico, le asesinaron. Este fue su primer martirio.

Desde entonces Romero fue sometido a un segundo martirio. Derechas e izquierdas se olvidaron del hombre y lo convirtieron en instrumento ideológico. Coincidieron en su veredicto. Dijeron que era simpatizante decidido de la izquierda revolucionaria, vocero de la “teología de la liberación”, que los Papas no lo querían y que la Iglesia quería olvidarlo. La única diferencia es que unos lo decían para lamentarlo y otros para celebrarlo. Todos mentían. Ya muerto el hombre querían asesinar la voz del profeta. Fracasaron. No pudieron matar la esperanza.

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Las investigaciones demuestran que Romero contó con el apoyo y la simpatía de Paulo VI y de Juan Pablo II. El 7 de mayo del año 2000 el Papa Santo, durante un acto en el Coliseo Romano, consideró al “inolvidable arzobispo Óscar Romero” como uno de los nuevos mártires de la Iglesia. A su vez, Benedicto XVI, en su visita a Brasil en 2007 afirmó su martirio y denunció la manipulación política contra su persona. Entonces planteó la pregunta clave: “¿Cómo iluminar de manera justa su figura amparándola de estos intentos de instrumentalización?”.

El tiempo nos trajo la respuesta. En medio de la turbulencia que hoy amenaza la vida de la Iglesia, San Óscar Arnulfo nos recuerda que, a pesar de los gravísimos pecados de algunos de sus miembros, somos un pueblo que camina de la mano de sus santos y de sus mártires.

Jorge Traslosheros es especialista en Historia Judicial de la Iglesia Católica.

jtraslos@unam.mx

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