A sus 72 de edad, Tony Blanco mira remotos aquellos días en que Fidel Castro se erigía como una promesa para Cuba, y él se dedicaba a hacer Rosarios a mano para enviarlos a los guerrilleros que se hallaban en la Sierra Maestra peleando contra Batista. Pero al final –cuenta a Desde la fe el ahora empresario radicado en San Diego (California)–, la revolución triunfó, Fidel y sus tropas dieron la espalda a la Iglesia, y él tuvo que huir hacia Estados Unidos con sus padres.
“Tenía yo 16 años –relata Tony–; jamás en Cuba me faltó nada, pero de un día para otro me encontré en Chicago, un lugar frío y extraño, sin más pertenencias que las ropas que llevaba puestas y mis rosarios. Había aprendido a fabricarlos a los 8 de edad, en el Colegio Champagnat, donde estudiaba. Un hermano de la comunidad Marista me enseñó a elaborarlos. Así, cuando llegué a Estados Unidos pasé noches y noches haciendo rosarios”.
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Primero en Cuba y después en Estados Unidos, Tony ha venido haciendo rosarios de manera ininterrumpida, y por décadas los ha regalado en el país del norte a cualquier persona que encuentra, sea en salas de espera, restaurantes, medios de transporte o iglesias. “Aquí en San Diego hay muchos mexicanos; a varios les he hecho rosarios con la medalla de la Virgen de Guadalupe, y me da gusto que siempre se ponen extremadamente contentos. He enviado muchos a Tijuana y a otras partes del mundo por medio de misiones”.
Tony Blanco asegura que en su longeva misión de hacer y regalar rosarios ha tenido muchas experiencias milagrosas y conmovedoras. “Pero mi mayor satisfacción es que con esto he logrado atraer a muchas personas a Cristo”.
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