La primera vez que David Salazar Nieto, de 35 años, pensó en el sacerdocio fue nueve días después de la muerte de Alma, su hermana mayor.
“Falleció en mis brazos. Fui por el médico, y él me dijo: ‘ya se murió, llama a quien tengas que llamar’. Fue difícil y doloroso, más cuando llegó mi madre y vio a su hija había fallecido.
A los nueve días, un sacerdote me hizo ver que la vida no se reducía a la tierra, que había más. Me hizo ver la presencia de Dios, y eso me llevó al camino del sacerdocio.
David quería seguir a Dios, pero consideró que antes debía aprender cómo curar a los enfermos y cómo actuar ante casos de emergencia.
“El hecho de no saber qué hacer en ese momento de dificultad con mi hermana infundió el deseo de estudiar primero medicina para poder atender la parte física”.
“Entré a Medicina, y en el tercer año de la facultad, por primera vez le dije mi inquietud a un sacerdote, el padre Miguel Ángel Molinero. Él me recomendó terminar la carrera. Me dijo: ‘si Dios te llama, volverás’”.
David se tituló como médico y si bien a los 26 años finalmente decidió ingresar al Seminario, de alguna manera continúa ejerciendo la medicina.
“El día que ingresé sentí mucha alegría y recibí muchas bendiciones; estoy agradecido por lo que Dios me ha dado inmerecidamente”.
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