En mayo de 1673, Jesús le dio a santa Margarita María Alacoque las siguientes 12 promesas para aquellas almas devotas a su Sagrado Corazón.
Pero, ser devotos no sólo significa ser destinatarios de las promesas del Sagrado Corazón, sino vivir en una cercanía con Jesús que permita obedecer lo que nos pidió: “Aprendan a de Mí, que soy manso y humilde de corazón” (Mt 11,29) y dejarse incendiar el propio corazón.
También ser devotos es sabernos llamados a tener, como pedía San Pablo, “los mismos sentimientos de Cristo” (Flp 2,5); es decir, Su misma manera de amar, de comprender, de perdonar, de tender la mano.
No es una manera de sacar provecho de la desbordada generosidad divina, sino una ayuda invaluable para convertirnos en testigos Suyos y anunciar a todo el mundo ese inagotable y misericordioso amor de Jesús que ha sido derramado en nuestros corazones y ha encendido en ellos Su fuego inapagable.
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