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Cine: Ilusión nacional

“En cada derrota hay una victoria”.

 

Antonio Rodríguez

“Rueda la pelota, el mundo rueda. Se sospecha que el sol es una pelota encendida, que durante el día trabaja y en la noche brinca allá en el cielo, mientras trabaja la luna, aunque la ciencia tiene sus dudas al respecto. En cambio, está probado, y está probado con toda certeza, que el mundo gira en torno a la pelota que gira… La pasión más compartida: muchos adoradores de la pelota juegan con ella en las canchas y en los potreros, y muchísimos más integran la teleplatea que asiste, comiéndose las uñas, al espectáculo brindado por veintidós señores en calzoncillos que persiguen la pelota, y pateándola, le demuestran su amor… Un vacío asombroso: la historia oficial ignora al fútbol. Los textos de historia contemporánea no lo mencionan, ni de paso, en países donde el fútbol ha sido y sigue siendo un signo primordial de identidad colectiva. Juego, luego soy: el estilo de jugar es un modo de ser, que revela el perfil propio de cada comunidad y afirma su derecho a la diferencia. Dime como juegas, y te diré quién eres”.

Las letras anteriores son del escritor uruguayo Eduardo Galeano, mismas que resultan conmovedoras combinadas con el collage de imágenes mostradas en el documental Ilusión nacional, con el que Olallo Rubio vuelve a la narrativa documental, su zona de confort, pues sabe que es donde mejor se desenvuelve como cineasta.

Rubio realiza una especie de resumen futbolístico mundialista, en el que nunca queda claro si el protagonista es la Selección Mexicana o el futbol en general. Como bien nos tiene acostumbrados, suele mostrar imágenes de archivo muy interesante, imágenes que tal vez nunca han sido vistas por la afición mexicana, y por ello han quedado en el olvido.

Olallo Rubio no busca encontrar el hilo negro, sólo explota, para bien o para mal, las principales virtudes del documental. Y es que, nos guste o no, la forma de jugar, de vivir las derrotas y las victorias, son muestra inherente de la personalidad de un país; como decía Galeano: “Dime cómo juegas y te diré quién eres”. Rubio lo sabe y lo entiende, y en ese entendimiento deja que las imágenes hablen por sí mismas.

Al final, todo queda en eso: en una ilusión nacional, y aunque Rubio no quiera dar ninguna respuesta, el sentimiento que queda es de esperanza-, sentimiento que, no obstante, al contrastarlo con los últimos resultados de la Selección Nacional, uno termina con más preguntas que respuestas.

Una victoria mundialista no beneficia en nada a la economía del país o en el modo de ver las derrotas; desde mi punto de vista, no aportaría nada relevante a lo que requiere esta nación y sus verdaderas necesidades; aporta solamente al ánimo nacional, al mexicano que, viéndose y sintiéndose derrotado en múltiples sentidos, ansía imperiosamente una victoria, aunque sea una pequeña, aunque sea por un gol. Que la Selección Nacional gane o pierda un mundial, no beneficia en nada… ¡ha! pero que bien sabría.

 

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