Que los padres y madres protejan a los hijos es una conducta natural e instintiva; sin embargo, se vuelve un problema, e incluso una agresión, cuando hay sobreprotección, es decir, un exceso de atención y protección al pequeño.
La sobreprotección comienza cuando los padres hacen cosas por los hijos, que éstos son capaces de hacer por sí mismos.
“Es evitar que vivan experiencias, deberes, libertades y responsabilidades propias de la fase de desarrollo en la que se encuentran, con la intención de que tengan una vida más fácil, cómoda, feliz, y exenta de riesgo”, expone Claudia Amador Escudero, psicóloga y colaboradora de Cenyeliztli AC.
La especialista advierte que esta conducta de los padres puede ser una forma velada de agresión, pues asumen y actúan como si su hijo fuera incapaz de afrontar las experiencias propias de su edad.
“Este comportamiento genera depresión, pues la lectura para el hijo sobreprotegido es ‘mis padres no esperan nada de mí porque me creen un inútil’”.
De acuerdo con la especialista, las consecuencias de la sobreprotección se reflejan directamente en el desarrollo de la personalidad de los niños, ya que es fácil que se vuelvan personas inseguras, que tengan poca capacidad para resolver problemas cotidianos y que sean poco tolerantes a la frustración.
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