Este verano Dios me dio la oportunidad de conocer una pequeña ciudad llamada Medjugorje, municipio de Bosnia y Herzegovina, que significa “entre montañas”. Si bien la Iglesia católica no se ha pronunciado oficialmente sobre las apariciones de la Virgen María en ese lugar, se puede visitar para peregrinar, realizar retiros espirituales y mejorar la relación con Dios.
En Medjugorje me alimenté de la Palabra de Dios, pude crecer en mi fe, encontré paz y aprendí a responder de mejor forma a la llamada personal que Dios me hace en la vida. Pero también, este lugar fue para mí una escuela de amor, donde pude convivir con muchas personas y familias que tocaron mi corazón con sus palabras, consejos y testimonios. En síntesis, esta experiencia me motivó a seguir haciendo el bien.
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A continuación, te quiero compartir ocho lecciones que aprendí y que puedes aplicar a tu familia para crecer en la fe, la esperanza y el amor.
1. Empieza el día con la oración. Nunca he conocido a alguien que se arrepienta de empezar el día de la mano de Dios. Puedes leer el Evangelio del día, rezar alguna oración que te guste, etc. La mayoría de las personas comienza el día tomando café para tener más energía, eso está bien, pero también es importante abrir el alma y el corazón para sentir la fuerza de Dios en la oración.
2. Trabaja y haz todo con amor. Entre las actividades que realizamos hay algunas que nos gustan más que otras. Pero cuando ofrecemos a Dios nuestro trabajo, éste adquiere un sentido diferente, ya que lo puedes ofrecer por alguna intención especial, enfermedad o necesidad. Por ejemplo, las Hermanas de la Caridad tienen una carga de trabajo enorme ya que deben cuidar diariamente a muchas personas. Santa Teresa de Calcuta les pedía que todos los días procuraran un tiempo de oración ante el Santísimo. En Medjugorje tuve una experiencia maravillosa en ese sentido. Un día, después de una larga jornada de trabajo y cuando mi cuerpo no podía ya más, comencé a adorar al Santísimo, e inmediatamente sentí un gran descanso. Mi consejo es que en algún momento del día, o por lo menos de la semana, visites a Jesús en el sagrario.
3. Siempre sonríe. Una sonrisa habla cualquier lenguaje. Cuando una persona tiene algún problema –aunque no sepamos de qué tipo–, una sonrisa, un abrazo o un acto de amor puede darle esperanza. Los cristianos debemos ser alegres porque Cristo venció a la muerte y alcanzó para nosotros la salvación. No te desanimes y déjate sorprender por Dios, quien siempre busca lo mejor para ti. Conserva un corazón alegre para que tu vida sea una bella melodía para Dios.
4. Medita la Palabra de Dios en familia. Casi siempre, lo primero que hacemos cuando despertamos es revisar el celular; y mientras vamos de camino al trabajo o a la escuela escuchamos radio; es decir, todo el tiempo estamos rodeados de ruido y pocas veces hacemos una pausa. Pero es en el silencio donde podemos responder a preguntas importantes como: ¿quiénes somos como individuos o como familia?, ¿qué pasaría si al final de mi vida Cristo me pregunta cuánto amé a mi esposa(o)? No sabemos cuándo será nuestro último día, y es por eso te invito a buscar siempre la paz, a perdonar y amar con todo el corazón.
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