El Evangelio del día (Juan 20, 11-18). En aquel tiempo, estaba María fuera, junto al sepulcro, llorando. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había estado el cuerpo de Jesús.
Ellos le preguntaron: “Mujer, ¿por qué lloras?”. Ella contestó: “Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto”. Dicho esto, se volvió y vio a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús.
Jesús le dijo: “Mujer, ¿por qué lloras?”. Ella, tomándolo por el hortelano, le contestó: “Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré”.
Jesús le dijo: “¡María!”. Ella se volvió y le dijo “¡Rabbuní!”, que significa: “¡Maestro!”. Jesús le dijo: “No me retengas, que todavía no he subido al Padre. Pero, anda, ve a mis hermanos y diles: ‘Subo al Padre mío y Padre de ustedes, al Dios mío y Dios de ustedes’”.
María la Magdalena fue y anunció a los discípulos: “He visto al Señor y ha dicho esto”.
Sobre el Evangelio del día. En el marco de un amor envuelto en lágrimas por la pérdida del Amado, “alguien” se acercó a María y le preguntó: “¿Por qué lloras?”. Y maría se abrió al diálogo con el “desconocido”, quién enseguida pronunció su nombre: “¡María!”.
Y amaneció en su corazón. “¡Rabbuní!”, dijo María al ver al amado de su alma. Él está vivo. Y María fue entonces a comunicar la Buena Nuevas a los discípulos: “¡El Señor vive!”.
De este modo -como decía santo Tomás de Aquino-, María se convirtió en “apóstola de los apóstoles”, porque anunció a los apóstoles aquello que, a su vez, ellos anunciarán a todo el mundo.
Esta semana de Pascua es un buen momento para recorrer nuestro propio camino de fe, Él está pronto a manifestarse en nuestra vida: hortelano, compañero de camino, anfitrión, reforzando la fe de un gran grupo, de un descreído Tomás.
En la medida que apaguemos otras voces, escucharemos la de Jesús, la llamada personal a cada uno de nosotros, para hacerlo presente en este mundo necesitado de vida y de esperanza de resurrección.
Haz, Señor, que florezca la vida en medio de tanta muerte que rodea nuestro mundo, y que nosotros colaboremos contigo en esta misión.
Texto basado en la reflexión de Hna. Mariví Sánchez Urrutia Congregación de Dominicas de La Anunciata
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