"Dignitas infinita": texto íntegro en español sobre la dignidad humana

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COLUMNA

Comentario al Evangelio

Lecturas de la Misa del 5 de noviembre 2023 y comentario al Evangelio

La fraternidad es la única disposición eclesial sensata, porque deja a Dios en su lugar, y abre el espacio de la idéntica dignidad de los hermanos.

3 noviembre, 2023

Estas son las lecturas de la Misa del domingo 5 de noviembre 2023.

Las lecturas de la Misa de este 5 de noviembre 2023:

Primera lectura

Lectura de la profecía de Malaquías (Mal 1, 14–2, 2. 8-10)

“Yo soy el rey soberano, dice el Señor de los ejércitos; mi nombre es temible entre las naciones. Ahora les voy a dar a ustedes, sacerdotes, estas advertencias: Si no me escuchan y si no se proponen de corazón dar gloria a mi nombre, yo mandaré contra ustedes la maldición”.

Esto dice el Señor de los ejércitos:

“Ustedes se han apartado del camino,
han hecho tropezar a muchos en la ley;
han anulado la alianza que hice
con la tribu sacerdotal de Leví.
Por eso yo los hago despreciables y viles
ante todo el pueblo,
pues no han seguido mi camino
y han aplicado la ley con parcialidad”.

¿Acaso no tenemos todos un mismo Padre? ¿No nos ha creado un mismo Dios? ¿Por qué, pues, nos traicionamos entre hermanos, profanando así la alianza de nuestros padres?

Segunda lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses (1 Tes 2, 7-9. 13)

Hermanos: Cuando estuvimos entre ustedes, los tratamos con la misma ternura con la que una madre estrecha en su regazo a sus pequeños. Tan grande es nuestro afecto por ustedes, que hubiéramos querido entregarles, no solamente el Evangelio de Dios, sino también nuestra propia vida, porque han llegado a sernos sumamente queridos.

Sin duda, hermanos, ustedes se acuerdan de nuestros esfuerzos y fatigas, pues, trabajando de día y de noche, a fin de no ser una carga para nadie, les hemos predicado el Evangelio de Dios.

Ahora damos gracias a Dios continuamente, porque al recibir ustedes la palabra que les hemos predicado, la aceptaron, no como palabra humana, sino como lo que realmente es: palabra de Dios, que sigue actuando en ustedes, los creyentes.

EVANGELIO DEL DÍA

Evangelio según san Mateo (Mt 23, 1-12)

En aquel tiempo, Jesús dijo a las multitudes y a sus discípulos: “En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y fariseos. Hagan, pues, todo lo que les digan, pero no imiten sus obras, porque dicen una cosa y hacen otra. Hacen fardos muy pesados y difíciles de llevar y los echan sobre las espaldas de los hombres, pero ellos ni con el dedo los quieren mover. Todo lo hacen para que los vea la gente. Ensanchan las filacterias y las franjas del manto; les agrada ocupar los primeros lugares en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; les gusta que los saluden en las plazas y que la gente los llame ‘maestros’.

Ustedes, en cambio, no dejen que los llamen ‘maestros’, porque no tienen más que un Maestro y todos ustedes son hermanos. A ningún hombre sobre la tierra lo llamen ‘padre’, porque el Padre de ustedes es sólo el Padre celestial. No se dejen llamar ‘guías’, porque el ‘guía’ de ustedes es solamente Cristo. Que el mayor de entre ustedes sea su servidor, porque el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido”.

Que el mayor sea su servidor



La denuncia de Jesús sobre la conducta de los escribas y fariseos no es una simple crítica exterior ante disposiciones inaceptables. Es también una llamada a los discípulos a discernir e interiorizar. Se advierte, así, que la actitud reprobable puede reproducirse también entre los seguidores del Señor. Hay que aprender de los malos ejemplos, para evitarlos. 

¿En dónde radica la perversión de los que se han sentado en la cátedra de Moisés? Ya esta misma formulación insinúa la malicia. Sentarse en la cátedra de Moisés supone usurpar la función de quien enseña con la autoridad del elegido de Dios. Paradójicamente, Jesús puede reconocer que sus enseñanzas son correctas, pero a la vez que no las ratifican con sus obras. Hablan, pero no actúan. Existe una contradicción entre el decir y el obrar.

Esta fractura los desautoriza, porque lo que más convence son los ejemplos. Y entonces la denuncia se radicaliza: no sólo son inconsistentes. Son exigentes con los demás. Les piden lo que ellos mismos no hacen. Más aún, elaboran cargas pesadas que quieren imponer en los hombros de los demás, cuando ellos ni siquiera con el dedo los quieren mover. Por eso mismo es necesario evitar sentirse maestros o guías. 

Pero el retrato que Jesús hace de los escribas y fariseos llega a la raíz. ¿Qué es lo que los mueve a semejante contradicción? La apariencia. Quieren ser vistos y admirados, reconocidos y felicitados. Aspiran a ser grandes, importantes. La buena fama, a la que toda persona tiene derecho, conforme a su dignidad y a su testimonio, se puede convertir también en una obsesión, que rompe su relación con la genuina piedad. Desear que se noten los símbolos religiosos, ocupar los lugares principales en las reuniones sociales, ser saludados con respeto. Veleidad que no es autoestima, sino necesidad enfermiza de atención. 

Los discípulos de Cristo pueden aprender de él, que no sólo ha usado la palabra buena para comunicar la verdad de Dios, sino que también ha confirmado con su conducta lo que corresponde a la voluntad de Dios. Él sí es su guía y maestro, el que los orienta hacia el Padre.

La fraternidad es la única disposición eclesial sensata, porque deja a Dios en su lugar, y abre el espacio de la idéntica dignidad de los hermanos. Más aún, la natural búsqueda de una plenitud no podrá encontrar su realización en la imposición sobre los demás, sino en ponerse a su servicio. La única verdad que nos enaltece es la humildad de quien se pone al servicio de los demás. El mayor entre todos es el servidor de todos. Esa es la única ambición de los discípulos del Señor. 

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